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¡Mitos y “monos” de los fideicomisos!

                                               Lic. Luis A. CABAÑAS BASULTO*

Recomendado por nuestros ponentes en Diplomados de la Casa de la Cultura Jurídica de la SCJN para fomentar la cultura del litigio y la mejora continua -que los japoneses llaman “kaizen”-, un estudio del científico y escritor Robert M. Sapolsky, catedrático de Neurología y Biología en la Universidad de Stanford, nos vino a recordar el tema de los fideicomisos.

Investigador asociado del Instituto de Investigación sobre Primates en el Museo Nacional de Kenia, Sapolsky prácticamente se refería a los recién desaparecidos fideicomisos mexicanos que, a toda costa,  a través de mil y un pretextos, pretendían justificar los legisladores opositores al gobierno de López Obrador, entre otros “porque siempre así se ha hecho”.

Probablemente Usted haya escuchado sobre el trabajo del investigador, que consistía en introducir monos en una jaula donde había un mástil con bananas en el centro. Los animales portaban un “chip” que les provocaba una descarga eléctrica a todos cuando alguno intentaba alcanzar los plátanos.

Llegó un momento en que siempre que un mono intentaba subir por el mástil, el resto le propinaba una paliza. Seguía el experimento, sacaban unos monos y metían otros que ya no llevaban el chip, pero cada mono nuevo que intentaba acceder a los plátanos era golpeado por el resto. Hasta que ningún primate portaba chip, pero seguían las golpizas ¿Por qué?

Porque siempre se había hecho así. De ahí la necesidad de plantearnos siempre las cosas y preguntarnos cómo se pueden mejorar para adaptarnos a los tiempos. Porque todo se puede mejorar siempre, como es el caso de los fideicomisos mexicanos… y por muchísimos millones de motivo$$$.

En términos legales, el Fideicomiso es un contrato en virtud del cual una o más personas (fideicomitentes o fiduciantes) transmiten bienes, dinero o derechos, presentes o futuros, a otra, fiduciaria -puede ser una persona física o jurídica-, para que ésta administre o invierta en beneficio propio o de un tercero (beneficiario), y transmita su propiedad al fideicomisario (fiduciante, beneficiario u otra persona), al cumplimiento de un plazo o condición.

Los bienes afectados no corren el riesgo comercial del fiduciante (que transmite la propiedad de los bienes) ni del fiduciario (propietario de los bienes fideicomitidos después del vencimiento del plazo del contrato), pues el patrimonio objeto del fideicomiso no puede ser perseguido por los acreedores de ninguno de ellos, ni afectado por la quiebra de ambos o de alguno de ellos.

         Empero, tal y como recién explicó la titular de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, se abusó de estas figuras, que provienen del derecho privado, del Derecho Mercantil, y es muy diferente lo que ocurre en éste a lo que ocurre en el derecho público, pues mientras es una premisa y se permite todo lo que no esté expresamente prohibido por la norma, en el derecho público TODO debe controlado y fiscalizado, con rendición de cuentas.

En este sentido, se permitió un desaseo total y abuso absoluto del dinero público a través del presupuesto o del dinero que emerge del presupuesto y que se encapsulaba en estos contratos de fideicomisos, y de ahí que se propusiera su eliminación a través de la reciente reforma.

Así las cosas, surgió una serie de MITOS con la desaparición de éstos “porque siempre se ha hecho así”, cuatro principalmente, el primero de ellos en el sentido de que se terminarían los apoyos a la cultura, deporte, ciencia, lo que es totalmente falso. Los objetivos de los programas continuarán. Es falso que vayan a eliminarse los recursos para proyectos, programas y procesos de desarrollo.

Lo que terminará, se ha dicho mil veces, es el uso discrecional de las grandes transferencias al sector privado, como fue el caso de más de 15 mil millones de pesos que, vía fideicomisos, se entregaron a grandes empresas nacionales o transnacionales. Simplemente se limitarán.

El segundo mito es que ya no habrá dinero para rubros tradicionalmente financiados con fideicomisos. Es mentira que ya no existirán estos recursos para cumplir los objetivos de los fideicomisos, pues seguirán los programas prioritarios y presupuestarios, que se podrán controlar vía legisladores. Es decir, habrá mucha más fiscalización, más control.

El tercer mito es que habrá mayor discrecionalidad, lo que también se decía con la eliminación de los fideicomisos, cuando que sería al contrario, pues habrá más transparencia, más posibilidades de control.

Finalmente, los opositores incluyeron un cuarto mito, en torno a que desaparecería el financiamiento de proyectos plurianuales, lo que también es un falso, toda vez que el artículo 50 de la propia Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria permite perfectamente la ejecución del gasto a través de ese tipo de proyectos.

En este sentido, el dictamen aprobado por las Comisiones Unidas de Hacienda, y de Estudios Legislativos tiene por objeto eliminar la opacidad y discrecionalidad en el uso de recursos públicos y fomentar la transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad mediante la modificación de 18 leyes, y la abrogación de dos, cuya aprobación implicó la extinción de fideicomisos.

La administración pública del PAN y del PRI tenían 332 fideicomisos, de los cuales hoy desaparecieron 107, lo que, sin embargo, permitirá una bolsa superior a 68 mil millones de pesos, en condiciones actuales, fundamentales para atender la pandemia del Covid, cuyo combate, irónicamente, exige y urge la oposición, pero sin permitir trabajar para ello.

El fideicomiso público no es una panacea, ni objeto último de la administración pública, sino instrumento para desahogar tareas paralelas de gobierno en su régimen descentralizado, como propósito fundamental de los quehaceres del Estado mexicano.

Con todo, NO es argumento suficiente para que una tarea o labor de gobierno se deje de hacer sin ellos. Por ejemplo, se crearon fideicomisos, como Proyecto Playa Espíritu, en Sinaloa, donde Fonatur invirtió mil 400 millones de pesos, y hasta hoy no se ha podido vender un sólo lote.

En materia de ciencia “se creó” un gran proyecto de inodoro inteligente, con una “inversión” de cerca de dos millones de pesos, pero resultó que ya existía en el mercado, incluso con mejores características, mientras que el Conacyt desvió más de siete mil millones de pesos, según acreditó la Auditoría Superior de la Federación.

Respecto al cine, se realizaron festivales con premios…, pero sólo para personas cercanas a los directores, mientras que los estímulos se concentraban en las mismas productoras y en las películas, en tanto que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), con más de 400 millones de pesos, apoyó a 444 creadores, muchos de ellos familiares de funcionarios y colegas con becas vitalicias del gobierno federal.

En relación con uno de los renglones más controvertidos, el Fonden resultó ser el más recurrente en materia de deficiencia, sobre todo en los sismos de 2017, al grado tal que la Secretaría de Hacienda hasta hoy le señala pasivos por más de siete mil millones de pesos. En 2018 aprobó recursos no se han podido comprobar para atender los daños por las inundaciones en Sinaloa.

Quienes más lo extrañan -y exigen- son los gobernantes de la oposición -ahora se hacen llamar “Federalistas”- que otrora disponían discrecionalmente de esos millonarios recursos ante cualquier inundación, por pequeña que fuera, sin justificar nunca los gastos, por ejemplo Quintana Roo, que ahora los pide para el tema del sargazo.

Ante este panorama, nadie cree -excepto la oposición- que López Obrador esté en contra de víctimas, periodistas o personas que más lo necesitan, y la experiencia así lo ha demostrado. Lo que acabará es “el arte” de desaparecer dinero público: Eso es lo que creemos que terminará con la extinción de los fideicomisos públicos.

Hasta donde se sabe, el abuso a través de éstos inició desde el año 2000, a través de la industria facturera y las empresas “fantasmas”, pero hasta en 2018 significaron un saqueo ¡por 3.8 billones de pesos! que jamás se acreditaron en la Ley de Ingresos de la Federación, pero que un 70 % se destinaba a fideicomisos públicos.

De este modo nace en México el sistema de saqueo fiscal y presupuestal que se crea con esos fideicomisos, que generan una industria que desdobla empresas “fantasmas” y emiten, durante todo este período, 9 millones de facturas apócrifas. Hoy concluye esa fase de saqueo… “que siempre así se acostumbraba”.

(Permitida la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con crédito para el autor)

 

*Luis Ángel Cabañas Basulto es un periodista con más de 43 años de experiencia como reportero, jefe de información, editor y jefe de redacción de varios medios de comunicación, además de haber fungido como jefe de información de dos ex gobernadores y tres ex presidentes municipales, y escribir cinco libros, uno de ellos pendiente de publicar.

Titulado como Licenciado en Derecho en la Universidad Autónoma de Yucatán, cuenta con cinco Diplomados, dos de ellos en materia de Juicio de Amparo, Derechos Humanos y Sistema Acusatorio; La Familia y los Derechos Humanos; y Acceso a la Justicia en Materia de Derechos Humanos, así como con más de 20 Seminarios, Talleres y Cursos diversos. 

 

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