¡Huracán tras renuncia de Ministro!
Lic. Luis A. CABAÑAS BASULTO*
La
reciente renuncia del ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea al Poder Judicial
desató un verdadero huracán en todos los medios, sobre todo en el Senado de la
República, donde la oposición, el PRIAN, denostó con toda su furia contra quien
se convirtió en uno de los principales colaboradores en la abanderada de Morena
a la Presidencia de la República.
Finalmente,
tras declararse suficientemente discutido, con votación de 63 a favor y 43 en
contra, quedó aprobado el dictamen con punto de acuerdo, y el Senado, en
ejercicio de la facultad prevista por los artículos 76, fracción IX, 89,
fracción XIX y 98, párrafo 3, de la Constitución, aprobó la renuncia de
Zaldívar al cargo de ministro de la Corte.
La
Suprema Corte de Justicia de la Nación es el tribunal constitucional del país, cuyas
decisiones tienen impacto significativo en la vida de las personas, ya que
contribuyen a garantizar el respeto a la Constitución y a los derechos humanos.
Así
las cosas, el Senado tenía la responsabilidad de avalar la renuncia de uno de
sus ministros, que días antes suscribió una carta al Ejecutivo Federal donde
expresa los motivos por los cuales manifestó que su ciclo como ministro de la
Corte había terminado.
En
este sentido, se entró a debate, toda vez que el artículo 98 de la Constitución
señala que la renuncia de los ministros de la Corte solamente procederá por
causas graves, y aunque es clara, el Ejecutivo aceptó la renuncia de Zaldívar,
quien ha considerado que se satisfacen los requisitos de la Carta Magna, por lo
que lo remitió a la Cámara con el objeto de ser aprobada.
Compartimos
que las causas graves no necesariamente tienen que ser única causa trágica
contra la nación o de enfermedad, simple y sencillamente es una causa
importante y trascendente que sólo incumbe a la persona que actúa, aunque la
decisión de Zaldívar es en el ejercicio de un derecho humano al libre
desarrollo de la personalidad, por lo cual su renuncia y sus consecuencias
deben valorarse bajo esa óptica y no de la politiquería.
Otro
hecho irrefutable es que absolutamente nadie puede ser obligado a desempeñar un
encargo del cual no tiene interés, deseo o vocación. Aceptar la renuncia es
hacer efectivo el derecho humano de libertad de trabajo reconocido en el
artículo 5 de la Constitución, con lo que la aceptación de esta renuncia damos
paso a una nueva etapa del Poder Judicial.
Durante
sus 14 años como ministro, Zaldívar consolidó, a través de sus votos y
sentencias, la progresividad de los derechos humanos, dando pasos agigantados
para su promoción, protección y garantía.
Por
otro lado, la renuncia de un ministro no puede pasar desapercibido o
disminuirse en importancia, pues se trata de nuestro máximo tribunal y de una
figura investida de una serie de condiciones que hacen que abandonar este cargo
represente la necesidad de una causa verdaderamente importante.
La
Constitución utiliza el término “grave”, pero, al mismo tiempo, de ninguna
manera implica la interpretación de que deba entenderse como causa fatídica, es
decir, una causa que implique una connotación negativa. No puede haber ninguna
causa más grave que alguien ya no quiera desempeñar ese cargo. No tiene derecho
a decir que ya no quiere desempeñar ese cargo.
¿Qué
parte de la Constitución prohíbe a cualquier ser humano, a cualquier ciudadano
de cualquier condición renunciar a un cargo?
Si
en los ministros existe esta condición de gravedad para renunciar, se ha hecho
práctica cotidiana recibir renuncias en el Senado, donde la Constitución dice
que se trata de un cargo irrenunciable y donde, con justicia, se otorgó
autorización a un legislador para dejar el cargo y emprender la causa que le
interesa, la causa que le motiva, que le guste.
Se
pueden juzgar los motivos personales por los que Zaldívar explica buscar una
motivación diferente, que lo anima una motivación diferente, y estima de la
mayor importancia sumarse a la consolidación de la transformación de México
desde los espacios que le brinden la oportunidad de tener incidencia en la
construcción de un país más justo y más igualitario.
¿En
qué parte de esa renuncia se constituye algún delito, falsa indignidad? ¿En qué
parte se puede deducir que hay intención perversa de sumir a la Corte en la
degradación? Al contrario, en stricto sensu, tendríamos que agradecer la
sinceridad.
Por
cierto, se le ha menoscabado en este debate méritos a su calidad de jurista
extraordinario y, más que eso, de un jurista que muchas veces, rayando en la
audacia, tomó determinaciones y presentó proyectos que no contaban siquiera con
el respaldo popular, pero fue capaz de hacerlo.
No
es de extrañar en su personalidad e historial que sienta haber cumplido sus
metas y tenga la sinceridad de decir “ya no quiero ser ministro”, voy a buscar
otro espacio. Lo demás es estrictamente especulativo, además de guardar malas
proporciones. Se dice que lo que se busca es extender el derecho del presidente
a nombrar más ministros de los que le correspondían.
Sin
embargo, Fox nombró cuatro ministros. Peña, tres, y Calderón cinco, los mismos
que, en su caso, terminará nombrando López Obrador.
No
nos toca la especulación, se entiende de tiempos políticos, pero el objeto es revisar
lo que más conviene a la República, asumir la causa grave del deseo de un
ministro de no seguir desempeñando su cargo porque tiene la sinceridad de
decirnos “voy a buscar otros alcances, otras dimensiones, tengo ahora otras
motivaciones”.
Y
encontrarle alguna causa que impida que se lo concedamos o decir simplemente no
se la vamos a conceder, porque políticamente y en los tiempos hay que decir que
no, porque la causa a la que se suma es una causa contraria. Hay que valorar
objetivamente las razones de la renuncia.
¿Qué
conviene más como República? ¿Un ministro que ya no quiere serlo? O un jurista
brillante de trayectoria extraordinaria que simplemente quiere prestar sus
servicios en otra tribuna, otra área u otra trinchera. Será cuando la ley se lo
permita, en los modos que la ley se lo permita.
Por
cierto, hace muchos años se acuñó el término PRIAN, en 1988, cuando Diego Fernández
de Cevallos apoyó al gobierno a quemar urnas y quemar boletas electorales, pero
cuando tuvo más realce el “prianismo” fue en 1995, cuando Ernesto Zedillo
decidió hacer reformas constitucionales, entre ellas extinguir la Corte, y este
fue un hecho muy grave.
En
ese tiempo, esta situación del PRIAN era incuestionable, esta frase la acuñó el
periodista Froylán López Narváez, justamente por el hecho inédito de
desaparecer la Corte por dos motivos: Porque en 1994 se dio aquella crisis de
la economía en México que, según economistas y financieros, seguimos pagando,
entonces fue una especie de “cortina de humo”, y dos para tener un Poder Judicial
a modo.
En
ese tiempo había un presidencialismo a ultranza, peyorativo, omnipotente, que
ultrajaba las demás instituciones y lo que quería era el poder a modo, y en ese
momento redujo de 26 a 11 ministros con calidad de jubilados, pero no los
cesaron, sino hasta el 1 de diciembre de 1995.
Ahora
bien, si no existe catálogo de causas graves, ¿qué más grave es que una persona
no quiera estar en el cargo? El texto del ministro es muy caro cuando dice que
ya no se siente a gusto, que se siente marginal. Y puede ser motivo de muchas
cosas, una que, en efecto, el Poder Judicial está podrido.
Más
vergüenza debe darles a los jueces y ministros con lo que juzgan prácticamente
a diario, pues han exonerado a muchas personas de “cuello blanco”.
Además,
es un derecho, como dice el artículo 98 constitucional: Una persona no puede
ser forzada a trabajar o no, además, deberíamos felicitar a Zaldívar por actuar
con congruencia, ya se decantó por un tema ideológico, quiere participar y
seguir participando en la transformación del país.
Sería
momento adecuado para que ministros que, abiertamente del lado de la derecha,
se quiten la máscara y ser congruentes. Que se quiten esa máscara y digan querer
participar abiertamente con la derecha, es momento que la presidenta de la Cortea,
a todas luces prianista, se quite la máscara y vaya de ese lado.
No
podemos fustigar a quien le ha dado mucho al país desde el punto de vista
jurídico, lo dijo la oposición y se
avala, y como persona también tenemos tintes ideológicos. Decía la Comisión de
Justicia, hay mucho pragmatismo ideológico, se salta de un partido a otro.
Debemos
aplaudir en todo caso el carácter del ministro porque se muestra ecuánime,
prudente y, de alguna manera, dice: “No quiero ya aquí, no me siento a gusto, y
mejor quiero seguir participando por la transformación del país”, por lo que se
invita a otros magistrados con preferencias ideológicas de la oposición,
también quitarse la máscara e ir a una profunda reforma.
Zaldívar,
la verdad, fue auténtico jurista, en cuyo paso por la Corte, por cierto, luchó
en favor de las mujeres, sus derechos, y una auténtica transformación del
sistema de justicia en México.
El
Poder Judicial ha permanecido a lo largo de la historia ajeno a los sentires del
pueblo, y con la llegada de Zaldívar al Consejo de la Judicatura, asumió un
proceso crítico de autorreflexión y de profunda reforma, mermada por la actual
presidenta y su notoria falta de respeto a la división de Poderes, que el
Judicial debería tener de los poderes fácticos y oligárquicos del país.
Por
el contrario, se han mostrado serviles a lo que los señores del dinero mandan
para intentar sabotear de forma permanente el primer programa de gobierno que
le ha dado una cara distinta a México, la cuarta transformación de la vida
pública.
Durante
la época de Zaldívar se exhibió y combatió la corrupción; se aplicó una
auténtica política de austeridad y se buscó, por bien de todos, un Poder que se
acercara a las demandas sociales de igualdad y justicia que, de forma
mayoritaria y absoluta democracia, se expresó en las urnas en 2018.
Lo
que al PRIAN le duele es que se señale la dimensión política que necesariamente
tiene el derecho. No hay que hacernos como al que nos habla la virgen. La
oposición es conservadora y defiende un Estado de derechas, no de derecho. Le
gustaría que la Corte emitiera sentencias para que todo siguiera igual, como
cuando eran amos y señores de México, vendiendo el petróleo, privatizando trenes,
violando flagrantemente la Constitución y empeñando el futuro de nuestros hijos
como hicieron con el Fobaproa, que convirtió la deuda privada en deuda pública.
De
no ser así, no hubieran votado contra los programas sociales como derecho
constitucional, ni emprendido una permanente guerra, utilizando la guerra
judicial, buscado parar los proyectos prioritarios de gobierno; ni refugiando a
sus corruptos elementos en el Poder y órganos autónomos.
Pero,
además, el Senado ha aprobado renuncias de este tipo, como la del ex ministro Eduardo
Medina Mora, a quien faltaban 11 años para cumplir su plazo; a Zaldívar, sólo
un año y, en el primer caso sólo votaron tres en contra, y de ahí que la
renuncia fuera tan opaca o tuviera que ver con investigaciones por delitos
fiscales, como dijo la entonces Unidad de Investigación Financiera.
Zaldívar
no tiene de qué avergonzarse, como dice la oposición, pues sentó precedente en
materia familiar y derechos de los niños y adolescentes, libertad de expresión,
derecho al honor y la privacidad, datos personales y derecho a la información,
igualdad y no discriminación, derechos laborales y responsabilidades de
servidores públicos en materia de amparo, competencial y federalismo procesal,
constitucional, electoral, nacionalidad y derechos políticos, penal y debido
proceso.
Destacó
también con sus votos particulares y concurrentes en materia de compensación
económica en el matrimonio, matrimonio igualitario, derecho de las personas
indígenas, violencia política en razón de género, así como sus posturas de
avanzada en la despenalización del aborto, uso lúdico del cannabis,
reconocimiento de la identidad de género en actas de nacimiento y medidas de
inclusión como presidente en los juzgados, que eso dio como resultado el
nombramiento de 227 juezas de distrito y representación del 51%.
Lo
que debería hacer la oposición, finalmente, es un reconocimiento a sus
aportaciones, pero su profunda mezquindad no se lo permite como oposición que
siempre le ha negado a México una aportación digna de calidad.
Vergüenza
debería darles a los ministros que han votado para liberar delincuentes,
descongelar cuentas de los familiares de éstos y proteger a evasores fiscales. Eso
sí es para vergüenza del Poder Judicial y son a los que la oposición siempre ha
defendido.
*Luis
Ángel Cabañas Basulto es un periodista con más de 46 años de experiencia como
reportero, jefe de información, editor y jefe de redacción de varios medios de
comunicación, además de haber fungido como jefe de información de dos ex gobernadores
y tres ex presidentes municipales, y escribir cinco libros, uno de ellos
pendiente de publicar.
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