¡La peor amenaza para Q. Roo!
Lic. Luis A. CABAÑAS BASULTO*
La extorsión se ha generalizado en Cancún. Las
víctimas van desde comerciantes callejeros hasta empresarios. A quien no paga
el “derecho de piso” le queman el negocio o lo matan. Obreros y pequeños
comerciantes han sido asesinados. Los extorsionadores son miembros de
peligrosos cárteles e incluso ex policías. Sólo entre 2019 y 2021 hubo más de
13 mil denuncias por extorsión en el principal destino turístico del Caribe
mexicano.
No. No sólo estamos hablando del sexenio que recién
inicia con Mara Lezama, cuando sólo se anuncian fideicomisos y de nuevas leyes
sobre seguridad pública. Estamos hablando de un mayor problema que, de muchos
años a la fecha, y de ocupar originalmente el Norte turístico de Quintana Roo
se ha asentado en la Zona Sur, antes acostumbrada a una tradicional
tranquilidad, sólo rota por uno que otro malandrín.
Con el primer párrafo damos entrada a extenso
reportaje que circuló en diversos medios de información y por la pluma de
varios connotados periodistas, pero que a Quintana Roo, hasta donde sabemos,
nunca llegó o por lo menos, nunca se dieron por enteradas las autoridades del
ramo, menos aun, a las que no le conviene… o no les interesa que se sepa.
El reportaje, como es de esperarse, omite los
apellidos de los interesados o afectados, pero tienen suficiente información
del multillamado “derecho de piso” que no es otra cosa que la extorsión
disfrazada y la forma de operar de la delincuencia, más organizada que la
conocida por todo mundo.
Proveniente del medio “Connectas”, que, anticipa que
“las cuentas de la extorsión en Cancún quedan, finalmente sólo con muchas
denuncias, pocas investigaciones, menos detenciones y una tortura”, el
reportaje es firmado por Ricardo Hernández Ruiz, reportero que colabora
habitualmente con medios informativos como Reforma, Pie de
Página y Gatopardo.
Dice que “Ernesto” escuchó, a unos metros de
distancia, los insultos y golpes de una parte y los gritos lastimeros de la
otra, pero no había mucho que pudiera hacer. Unos exigían el pago de una deuda
y el otro les rogaba que pararan la tortura.
Los atacantes eran miembros del “cártel del Pacífico”,
uno de tantos grupos de la delincuencia organizada que azotan México; la
víctima, un vendedor ambulante que no pagó a tiempo el “derecho de piso”;
Ernesto, el testigo mudo, es dueño del local donde todo sucedió, en la
exclusiva zona hotelera de Cancún, la ciudad del Caribe mexicano que vive bajo
la extorsión generalizada del crimen organizado.
“Me decían ‘permíteme tu baño un ratito’ y metían a
mi negocio a los vendedores ambulantes para ‘tablearlos’ (torturarlos) a pleno
día. Se escuchaban los trancazos y los gritos. Eran los que no cumplían con los
cobros. Me tocó en mi propio negocio, dos veces”, recuerda.
Ernesto es un empresario prominente de Cancún, uno
de los destinos turísticos más importantes de América Latina. Aceptó contar su historia
bajo la condición de modificar su nombre. Es concesionario de uno de los
locales a pie de playa, ofrece servicios turísticos en embarcaciones y él mismo
fue víctima de extorsión. En 2020, cuando el covid-19 apenas iniciaba, el
cártel del Pacífico se presentó para exigir derecho de piso. Eran 20 mil pesos
mensuales o atenerse a las consecuencias.
Lo mismo hicieron, cuenta, con el resto de las
personas que tenían actividades comerciales en la zona. “Nos tenían
extorsionados a todos. A todos les cobraban: Ambulantes, negocios privados,
chiquitos, grandes, embarcaciones. A todos los negocios de todos los locales.
Puedo generalizarlo. Nadie se escapaba”, afirma.
Cancún, al Sureste del país y en el extremo norte de
Quintana Roo, es la ciudad más joven de México. Fue fundada en 1970, creada de la nada. Ahí, entre la selva y
el mar Caribe, donde solo había un pequeño pueblo cocotero, hoy se levanta todo
un complejo de 201 hoteles que este año recibieron más de 6 millones de
turistas que gastarían 6 mil millones de dólares, según la Secretaría de
Turismo estatal.
Por su ubicación geográfica, Quintana Roo es también
una ruta estratégica para el trasiego de droga, procedente de Centroamérica y
Sudamérica hacia Estados Unidos. Debido a esta doble condición, destino
turístico y punto clave en la ruta del narco, las actividades ilegales como el
narcomenudeo, tráfico de armamento, migrantes y droga, el lavado de dinero,
robo de vehículos y extorsión son las más redituables para los grupos
criminales, según el Centro Regional de Fusión e Inteligencia del Sureste
(Cerfise), órgano de inteligencia de la Secretaría de la Defensa en la región.
Los organismos de seguridad admiten que en Cancún
operan el cártel Jalisco Nueva Generación, del Pacífico, Sinaloa, del Golfo,
los Pelones, los Bonfiles, los Zetas Vieja Escuela y los Rojos, entre
otros. El propio Cerfise, en reportes internos sobre el panorama
delictivo, reconoce que la extorsión ha aumentado en los últimos 5 años por las
disputas entre grupos. Aprovechan la violencia creada por su misma guerra para
vender protección -una protección que, más que resguardar, inquieta- o para
amenazarlos con hacerles daño, físico o material, si no pagan el monto
periódico, el “derecho de piso”.
En la zona hotelera donde trabaja Ernesto se
encuentran al menos 5 cárteles, dedicados, entre otros “negocios”, al cobro de
piso: el CJNG, Sinaloa, el Golfo, el Pacífico y los Pelones, según Martín José
Gordillo Aguilar, de la Fiscalía General del Estado, encargado de combatir la
extorsión. El cártel del Golfo domina los clubes nocturnos, antros y bares,
mientras los otros se disputan las playas y los demás locales comerciales.
Carlos Dinar Torres Jaquez, alias “Chore” -del
cártel del Pacífico y líder de una de sus células delictivas, los Caborca, que
operan en la zona norte- era el encargado de extorsiones en la playa pública
donde trabaja Ernesto y de otra más, a 14 kilómetros, según documento del
Cerfise.
Al inicio, cuenta Ernesto, dos sujetos llegaron a la
playa a pasar la tarde y tomar cerveza. Luego se acercaron a los dueños de los
comercios. Pedían cualquier cosa, que les dejaran cargar sus celulares o entrar
a los baños, entablaban plática. Con el tiempo se dieron cuenta de que no iban
a regodearse bajo el sol, sino a recolectar información. Una vez que
identificaron a los dueños, con datos personales y detalles sobre sus
actividades, se presentaron de nuevo, pero esta vez de forma amenazante.
“Sabemos quién eres’, me dijeron. Me dieron detalles
de mi trabajo, de lo que hacía, del cargo que tenía. Me intimidaron. Fueron dos
personas. Primero me dijeron que me querían cobrar 20 mil pesos, pero acordamos
5 mil”, cuenta Ernesto.
Una vez dominada la playa, con el resto de los
restauranteros, náuticos y vendedores ambulantes extorsionados, y ya controlada
la venta de droga, se instaló un grupo de cerca de 20, con diferentes encargos:
Vigilar, distribuir drogas, cobrar derecho de piso y amenazar o golpear a los
que se oponían o retrasaban en los pagos.
A los tres meses, continúa Ernesto, el grupo le
subió la cuota y luego otra vez y una más hasta llegar a 9 mil pesos (unos 450
dólares) “Cobraban conforme iban cambiando de jefe de plaza, porque los iban
agarrando, matando o pasaba algo. El que llegaba siempre pedía más”.
Estos integrantes del Pacífico le dijeron a Ernesto
es que, a cambio de la cuota, le ofrecerían protección ante el peligro de irrupción
de otros grupos. “Decían que iban a proteger la playa, que era realmente por
protección, que había otros grupos que querían entrar y que ellos eran los que
cuidaban la zona”, recuerda Ernesto. Pero en estos asuntos nunca se compra
garantía.
El 11 de junio un grupo armado irrumpió en la playa
a balazos, que terminaron por matar a dos y herir a una turista. Se trataba de
un grupo contrario que peleaba por la plaza y que consiguió huir en motos de
agua, como de película. 12 días después, el cuerpo de “Chore”, quien
controlaba la playa, fue hallado cerca de Chetumal. Tras ello, el liderazgo de
la célula de los Caborca fue tomado por Luis Miguel Landeros Aguilar, alias el
“Diez”.
Estos cambios siempre generan tensión en los territorios divididos y los grupos recrudecen las
medidas contra sus víctimas. Si al principio exigían comida o
bebidas regaladas, luego pedían cada vez más dinero y “ya después pedían
guardar armas, o droga (cocaína y marihuana), teléfonos. Te decían ‘guárdame
esto’ por si hay operativos de la policía. Te ponen entre la espada y la pared,
¿cómo decirles que no?”, dice resignado.
Delfines, una de las playas más concurridas de Cancún,
tiene uno de los pocos miradores sin edificaciones a su alrededor que quedan en
la zona hotelera. Su amplio y blanco arenal se abre al calmo y turquesa mar
Caribe, un escenario de ensueño codiciado por fotógrafos de bodas… y grupos
criminales
Para poder retratar a los recién casados, fotógrafas
como “Paula” deben pagar piso a Jalisco Nueva Generación, que domina esa playa.
“Ellos le llaman ‘la maleta’. Es como una concesión para trabajar. Nadie puede
tomar fotografías ahí si no les paga”, dice Paula, quien se ha visto obligada a
trasladar los costos extras por el cobro de piso a sus clientes.
Otro de los atractivos en la zona hotelera es el
parachute, una pieza de tela ligera y resistente con forma de medio círculo que
suspende en el aire a los turistas, desde donde pueden admirar una vista
panorámica. Carlos, que ofrece el servicio, explica que también debe pagar al
crimen organizado cerca de 500 pesos (unos 25 dólares) por “vuelo”, pero ya
continuaremos esta crónica, que seguramente esperará con profundo “interés”
Mara Lezama.
(Permitida
la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con crédito
para el autor)
*Luis
Ángel Cabañas Basulto es un periodista con más de 46 años de experiencia como
reportero, jefe de información, editor y jefe de redacción de varios medios de
comunicación, además de haber fungido como jefe de información de dos ex gobernadores
y tres ex presidentes municipales, y escribir cinco libros, uno de ellos
pendiente de publicar.
Titulado como Licenciado en Derecho
en la Universidad Autónoma de Yucatán, cuenta con siete Diplomados, tres de
ellos en materia de Juicio de Amparo (2017, 2019 y 2021), Derechos Humanos y
Sistema Acusatorio; La Familia y los Derechos Humanos; y Acceso a la Justicia
en Materia de Derechos Humanos, así como con más de 340 Seminarios, Talleres y
Cursos diversos.
Comentarios
Publicar un comentario