¡Grave maltrato infantil en Quintana Roo!
Lic. Luis A. CABAÑAS BASULTO*
A
Freddy lo encontraron con desnutrición severa; a Paulina con evidente retraso
en el habla y en habilidades esperadas para su edad -cuando la policía le pidió
contar, pudo hasta el 10-, y a Rosita, sin acta de nacimiento. Ninguno de ellos
niños, hermanos de 5, 6 y 2 años, estaba matriculado y todos con caries. Según reporte,
sufrían agresiones de sus padres, adictos a la metanfetamina.
Freddy,
Paulina y Rosita son sólo tres de 833 casos de maltrato infantil registrados en
Quintana Roo en 2024, el peor año para este sector, en la región que alberga a
la boyante capital turística de México con más de 200 hoteles de lujo, Cancún, con
derrama mayor a 10 mil millones de dólares anuales, según la Secretaría Estatal
de Turismo.
Un
llamado de auxilio al 911 lo hizo la tía de los niños, cansada de intentar
hablar con su hermano -desempleado de 37 años- para detener los maltratos, pero
sólo recibió agresiones y amenazas: Los voy a matar con una motosierra”, dijo
la última vez en un mensaje, su pareja y al hijo de ambos.
Los
que atendieron el reporte fueron a verificar a la casa de la colonia
Solidaridad, de Chetumal, barrio familiar y popular de casitas coloridas de una
planta, con baches, árboles y comercios, como tortillerías, tiendas de
abarrotes, ferreterías y loncherías, recientemente inseguro, al grado de ser uno
de los más violentos de la capital.
La
denunciante temía por la seguridad de los menores, ya que el padre era el más
agresivo e impulsivo de la casa. Los tres menores presentaban claras señales de
miedo a sus padres y reaccionaban temerosos a cualquier sonido de alto volumen.
No importaba que fueran risas, música o ruidos de coche, tendían a esconderse y
alejarse.
El
maltrato psicológico es constante, ya que a cada rato ambos padres se hablan con
groserías y comentarios humillantes a los menores. Todos tienen caries y
retraso de desarrollo intelectual respecto a su edad, pero la denunciante afirma
que no es por discapacidad mental, sino por descuido o porque no han asistido
de forma correcta a una escuela, se lee en un acta de hechos del 9 de febrero
de 2024.
Con
todo, tras una inspección, los policías se retiraron, el caso no se turnó a
ninguna otra autoridad y los niños quedaron a su suerte.
Para
una mayor idea del maltrato infantil en Quintana Roo, se revisaron vía Transparencia
datos de casos que atendió en 2024 el Grupo Especializado de Atención a la
Violencia Familiar y de Género, de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Más de
800, desde maltratos leves hasta castigos violentos, así como profundo
desamparo en los que inciden drogas como metanfetamina, sobre todo en colonias
marginadas.
Ante
un abandono de niños en este polo turístico, donde los padres trabajan largas
jornadas por el turismo y la construcción, la sociedad civil busca frenar la
violencia contra niños y crear espacios para promover en ellos la cultura de la
paz.
En
2024 se registraron en Quintana Roo casos como éstos: Tres niños de 5, 4 y 2
años entre heces fecales, con problemas auditivos y señales de maltrato de sus
madres con consumo de drogas, arrumbados en una cuartería de pedazos de madera
y lámina. Otro niño, de 13 años, llegó con su vecino a pedir ayuda con la
clavícula rota, la cara quemada y el VPH sin control.
Otro
más, de unos 13 años, pidió ayuda a la policía porque su papá lo corrió por sus
preferencias sexuales. Una maestra reportó el caso de una niña con marcas en muñecas
y tobillos por ataduras como castigo. Una niña, de 6 años, presentó señales de
maltrato físico y quemaduras en genitales. En la mitad de los casos, sus agresores
eran sus padres o padrastros y madres o madrastras. Sólo en Lázaro Cárdenas y
Morelos, no hubo reportes.
Cancún
fue la ciudad con mayor incidencia, con 10% de maltratos bajo efectos del
alcohol o metanfetamina, en un Estado con la mayor prevalencia del consumo de
bebidas embriagantes y sustancias adictivas, según el Sistema de Vigilancia
Epidemiológica de las Adicciones, de la Secretaría de Salud. Para Corina
Giacomello, investigadora de la Universidad Autónoma de Chiapas, especialista
en infancias y drogas, no todo niño con familia adictiva sufre maltrato.
La
mayoría de las personas en el mundo no usa drogas, la gran mayoría con
convivencia ‘sana’ con ellas. Dicho así, en plural, se puede generar empatía,
lo que es importante decir para no criminalizar el consumo de drogas, aunque
una pequeña porción de la población tiene problemas con dependencia a drogas y
no puede lidiar sola con ellas, donde hay que poner es atención, dice
Giacomello.
Ximena,
de 9 años, llegó descalza aún con pijama. Tenía la respiración agitada y el
rostro desencajado. Su mamá había intentado matarla, pero huyó y llegó
corriendo, recuerda una psicóloga y funcionaria que la atendió. Para contar la
historia solicitó el anonimato: La mamá era adicta a la “piedra” y no era la
primera vez que la había intentado matar.
La
piedra es una pasta que resulta de combinar cocaína con agua, amoníaco o bicarbonato
de sodio, donde se cuela el líquido y cuando se seca quedan trocitos que fuman sus
usuarios en focos, latas o pipas. Se conoce también como “doña blanca” y se usa
por su efecto estimulante, picos de euforia. A mediano o largo plazo causa
daños permanentes en pulmones, infartos y cuadros de ansiedad.
En
Quintana Roo se coloca como tercera droga ilícita de mayor impacto, o sea, esa
por la que se acude a algún centro de rehabilitación no gubernamental por ayuda
para superar su adicción, según informa el Sistema de Vigilancia Epidemiológica
de Adicciones.
La
funcionaria explica que, cuando pidió los datos de Ximena para ingresarla a una
base de datos, el DIF notó que ya tenía un expediente abierto.
“La
primera vez que la institución la atendió tenía cinco años y ya había sufrido
dos intentos de homicidio de su madre. La primera vez la golpeó con algo en la
cabeza. La segunda, que igual con golpes, y la tercera, cuando la atendí y me
explicó que, como le tenía mucho rencor a la mamá, le rompió un maquillaje, por
lo que la tomó del cuello, la azotó contra la pared, la suspendió hasta casi quitarle
el aire, pero la soltó a tiempo y salió corriendo a pedir ayuda”, resume.
Según
el expediente, la madre, mayor de 40 años, trabaja en la industria del turismo
de Cancún, nunca se acercó a pedir ayuda. Un equipo acudió le ofreció llevarla
a un Centro de Integración Juvenil -con más de 200 unidades para prevención,
tratamiento y hospitalización de adictos a las drogas- y la refirieron al
Instituto Municipal de la Mujer por violencia contra su hija, aunque nunca
acudió al CIJ, y al Instituto, sólo dos veces.
“Es
difícil que niños y madres sigan terapias o atención con regularidad. Suelen ir
a unas 6, 10 sesiones y no vuelven. Ximenita fue como cuatro veces y luego dejó
de venir. Cuando se hicieron visitas a su casa ya no vivían ahí. No sabemos qué
ha sido de ella”, dice.
Para
Giacomello son dos los principales obstáculos para que las madres pidan ayuda de
rehabilitación: Estigma generalizado al consumo de drogas y temor de que les
arrebaten a sus hijos. Como en México no existe ningún centro de rehabilitación
que reciban a madres con hijos, existe separación familiar que trauma a ambos.
En
casos de violencia contra hijos, cuando notifica la autoridad que tiene
conocimiento, intervienen también las Fiscalías de Protección de Niñas, Niños y
Adolescentes. Si es pertinente, éstas solicitan separación familiar y resguardo
del menor con un familiar o, en caso de no encontrar ninguna red de apoyo, acuden
a algún Centro de Atención Social por meses o años mientras se resuelve la
situación del tutor.
Las
causas del maltrato infantil en el Caribe son varias, coinciden especialistas.
Para Vanessa González Rizzo, de Derechos Autonomías y Sexualidades, mucho se
explica en el abandono de infantes en los polos turísticos, donde los padres
están secuestrados por turismo y construcción, dice Marina Belló, de Oxfam
México, al urgir por un sistema público de cuidados que brinde opciones para
una crianza digna.
Ernesto
Quiroz, psicólogo clínico con décadas de experiencia en tratamiento de
infancias en el Caribe, dice que la suma de factores de estrés de padres, como
explotación laboral y hacinamiento en que suelen vivir, la pobreza y la
marginación, así como la falta de atención a su salud mental, son detonantes de
la violencia hacia niños.
Quintana
Roo es de los estados con mayor incidencia de violencia contra la mujer. Si se
mide por llamadas de emergencia al 911, es de los tres primeros a nivel
nacional en violencia sexual, de pareja y familiar, según el Banco Estatal de
Datos e Información sobre casos de Violencia contra las Mujeres en Quintana Roo.
Este
organismo dice que casi la mitad de los casos de violencia sexual es contra
menores de 19 años. Adolescentes de entre 15 y 19 son las más afectadas. Paraíso
Maya, una colonia de diminutas casas de interés social, deterioradas y
habitadas por personas en situación de pobreza o pobreza extrema, es una de las
peores. Este barrio es de los cinco más violentos para las infancias y las
mujeres.
Todos
lo tomaban a la ligera, menos Juan Delao. Era un juego de mesa donde el moderador
leía cartas con 17 posibles escenarios de abuso sexual en el contexto familiar,
con respuestas de opción múltiple. El primero que supiera la respuesta debía
tomar la ficha A, B o C. Ganaba el de más aciertos, con el juego de mesa por premio.
La moderadora no terminaba la frase y Juan manoteaba, arrebataba y empujaba a
su rival, una señora que se moría de risa.
Los
participantes eran adultos de escasos recursos, todos padres de familia que
acudieron el 15 de febrero a una actividad lúdica sobre la prevención de abuso
sexual en adolescentes, que organizó Protegere, asociación civil especializada
en infancias, antes centro de rehabilitación por adicciones, ahora comedor comunitario
en un complejo de viviendas de interés social en la más lejana periferia de
Cancún.
–Es
que tengo hijas jóvenes y quiero jugarlo con ellas, que sepan lo que es el
abuso sexual -dice Juan, de 44 años, medio apenado al ver que todos se ríen de
su último zarpazo.
María
Fernanda Zebadúa, fundadora de Protegere, explicó que es un reciente proyecto
integral de prevención “Con sólo nombrar podemos salvar”. Una campaña
publicitaria de redes sociales, talleres de prevención de abuso sexual dirigido
a padres y personas cuidadoras y la promoción de dos juegos de mesa basado en
casos reales, diseñados con la agencia Manos Morenas.
El
último bimestre, Zebadúa visitó 8 colonias periféricas y marginales de Cancún, donde
es mayor la incidencia de la violencia contra los niños, para platicar del tema
y poner a jugar a padres de menores. También ha dado talleres a funcionarios.
La apuesta es visitar más colonias, pero también que juegos, metodología y conocimiento
se usen en instituciones públicas, como DIF y otros organismos dedicados a proteger
derechos de la infancia.
“Marisol
Sendo Rodríguez, directora del DIF-Cancún, invitó a capacitación del tema y compró
juegos porque le interesó mucho. Estamos viendo la posibilidad de que este
material lo usen las autoridades para atender el problema”, dice Zebadúa, quien
afirma que con juegos de mesa es más fácil que los adultos acepten hablar del
asunto, estar más receptivos.
Cancún
es una ciudad con 200 hoteles de lujo con más de 4 mil centros nocturnos y
restaurantes, pero con escasos espacios para niños, que tienen dos opciones: Pasar
el día encerrados en casa mientras sus padres regresan del trabajo o estar todo
el día fuera, a expensas del contexto en el que viven.
Con
esto en mente, Naivi Mazariego, quien dirige la asociación Apodera, creó la
iniciativa “Pijamadas” en el Centro Cultural Toltecayotl, un espacio seguro donde
las mamás dejan por unas horas a las niñas para hacer nuevas amistades y hablar
de sus sentimientos mientras bordan: Hilar fino como método para alejarlos de
peligros y contextos violentos u hostiles.
Sobre
tapetes de colores, seis niñas de 8 y 11 años sentadas entre agujas y estambre,
tienen indicaciones de bordar sobre la tela fijada al bastidor la imagen que
mejor los represente.
El
día que las acompañé seis niñas eran de diferentes contextos y estratos
económicos. Una dice venir porque la tranquiliza, otra porque quiere mejorar su
bordado, una más porque le gusta la convivencia y la ayuda a controlar
emociones.
“En
esa iniciativa ya tenemos unos tres años. Las niñas de 8 a 11 vienen dos horas
un fin de semana y las de 12 a 17 el siguiente. Con bordados, pueden aprender
sobre sí mismas, también de nuestros errores, porque a veces se equivocan y no
pasa nada, les digo paren, respiren y retomen. Al inicio platicábamos sobre
cómo antes bordaban para hacer sus vestidos, cuando iban a casarse, se reunían
para abordar y hablar de problemas, pero hoy lo usamos como forma de expresión.
“Les
pido bordar la imagen que mejor creen que les represente, para ver su
autopercepción y trabajar con la imagen de ellas mismas, aunque también lo
promovemos como una actividad de autocuidado”, dice.
Con
todo, la gobernadora Verde, Mara Lezama está más preocupada por sostenerse como mandataria, y
la alcaldesa de Benito Juárez, Ana Patricia Peralta, por obtener la candidatura
para competir por la gubernatura.
Titulado como Licenciado en Derecho en la Universidad Autónoma de Yucatán, cuenta con siete Diplomados, tres de ellos en materia de Juicio de Amparo (2017, 2019 y 2021), Derechos Humanos y Sistema Acusatorio; La Familia y los Derechos Humanos; y Acceso a la Justicia en Materia de Derechos Humanos, así como con más de 75 Seminarios, Talleres, Cursos y Conferencias.
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