Reaparece Capella… ¡ahora como “intelectual”!
Lic. Luis A. CABAÑAS BASULTO*
En aquél no lejano mayo del año pasado, sorpresivamente, Alberto Capella Ibarra, convertido
en jefe de seguridad de la candidata del PAN a la Presidencia de la República, Xóchitl
Gálvez, el oscuro secretario de Seguridad Pública del no menos opaco ex
gobernador panista de Quintana Roo, Carlos Joaquín, sería responsable de comunicados sobre la presencia del Cártel de Sinaloa para atemorizar a Chetumal,
Solidaridad y Cozumel.
El
amenazador anuncio del Cártel de Sinaloa no sólo se dio en redes sociales en
esta capital, sino que, poco difundida, también surgió una versión en
Cozumel donde, cuya, supuesta presencia, se dio a conocer en un video. De
Solidaridad, se esperaría algo similar de un momento a otro.
Lo
cierto es que, mediante una operación mediática y de corte electoral, a cargo
de Alberto Capella y bajo las órdenes de Xóchitl Gálvez, se buscaba
desestabilizar la gestión de la ex alcaldesa de Cozumel, la morenista Juanita
Alonso Marrufo, con lo que se buscaba recuperar el municipio, otrora bastión de
gobernadores priístas, entre ellos Pedro Joaquín Coldwell y Carlos Joaquín.
No
menos sorpresivo, resultó un oscuro comunicado de supuestos “intelectuales”,
entre ellos el quintanarroense Héctor Aguilar Camín y, asómbrese Usted, ¡del
propio Alberto Capella!, en apoyo de la “pobre” viuda María Amparo Casar Pérez, quien exprime a Pemex por
la muerte de su esposo en un presunto accidente laboral, cuando para todos
sería un evidente suicidio, tal vez porque se divorciaba de la mujer.
| Ahora bien, lo que no
terminamos de entender es la manera de calificar como “intelectual” a quien,
contra viento y marea, el no menos oscuro ex gobernador de Quintana Roo, Carlos
Joaquín, sostuvo en el cargo como titular policiaco en Quintana Roo, pese a que
sería cuando, nunca lo aceptó, en su gris periodo fue cuando se incrementó la
presencia del narcotráfico en el Estado, principalmente en la Zona Sur… y
empeoró con el actual Fiscal General, Raciel López Salazar.
Ahora bien, respecto al comunicado de apoyo a Amparo
Casar no es una defensa de derechos ni un alegato democrático, sino un manotazo
de la élite que ve cómo se le cierra el grifo de la impunidad. Para este grupo,
investigar es autoritarismo; revisar expedientes, venganza; aplicar la ley, persecución
política.
El problema no es el abuso del poder, sino que ya no controlan
éste. Amparo Casar no es una víctima indefensa. Es una operadora intelectual
del viejo régimen, formada y proyectada por el PRI tecnocrático y la secta del
PAN.
Ocupó cargos, fue parte de las instituciones cuando la
corrupción era regla y, más tarde, encabezó Mexicanos Contra la Corrupción y la
Impunidad, que actuó como ariete político opositor, selectiva en sus denuncias
y silenciosa frente a los excesos del poder económico que sostuvo al
neoliberalismo.
Aquí está el punto que el comunicado intenta ocultar,
Héctor Aguilar Camín, por su lado, no es un simple firmante solidario. Según
versiones ampliamente comentadas en el espacio público, usó su peso político,
mediático y de relaciones para acompañar y respaldar a Amparo Casar en la
disputa por una pensión, operando como gestor informal ante el poder.
No como analista, como observador, sino como parte activa
de una red de influencia. Por eso la furia, la defensa cerrada y el escándalo.
El resto del elenco lo confirma: Vicente Fox, el expresidente que convirtió la
alternancia en simulación; Santiago Creel, arquitecto del panismo
institucional; Jorge G. Castañeda, Denise Dresser, Carlos Elizondo, Roger
Bartra, Sergio Aguayo.
Lo cierto es que no son voces independientes, sino
bloque. Coincidieron defendiendo reformas que privatizaron lo público,
justificaron el adelgazamiento del Estado y blindaron a las élites. Hoy
coinciden en blindarse entre ellos. Fox reaparece como garante moral de un
pasado que prometió cambio y entregó continuidad. Creel se presenta como
guardián del “Estado de derecho” que siempre fue flexible con los poderosos y
rígido con los de abajo.
Amparo Casar, por su parte, fue parte de ese engranaje,
legitimó el modelo, calló ante su corrupción estructural y ahora exige trato
excepcional cuando el foco se posa sobre ella. El libreto es viejo y burdo: “Persecución
política”. Es el grito reflejo de quienes confunden privilegio con derecho.
Bajo esa lógica, nadie del club podría ser investigado
sin que el coro mediático declare dictadura. La ley solo es válida cuando
protege; cuando incomoda, es tiranía. Y que quede claro, si Amparo Casar es
inocente, las autoridades deberán acreditarlo con hechos y dejarlo plenamente
en claro.
Nadie pide linchamientos ni juicios mediáticos. Pero si
no lo es, si hubo abuso, tráfico de influencias o un acto de corrupción,
entonces debe pagar, como cualquier ciudadano. Eso se llama Estado de derecho,
no persecución.
Lo revelador no es el caso, sino la reacción en manada.
Intelectuales orgánicos, comentaristas, activistas selectivos panistas y otros,
como Alberto Capella, históricos cerrando filas por instinto de conservación.
Saben que, si se acepta el escrutinio para uno, se cae el pacto de protección
para todos. No hay persecución política. Hay algo que para esta élite resulta
insoportable: el fin del trato preferencial.
Como bien señala el analista político Héctor Zariñana, el
país cambió, aunque se resistan. Y hoy el apellido, la firma prestigiosa y la
red de contactos ya no garantizan silencio ni impunidad. No defienden a Amparo
Casar. Se defienden a sí mismos.
Ahora bien, en el caso de Alberto Capella, lo irónico del
caso es que el diputado petista Roberto Erales Jiménez fue el único realmente
convencido de la necesidad de cambiarlo, ya que otros homólogos suyos sugerían
que renunciara si no podía con la inseguridad de Quintana Roo. ¡Caray! ¿Y
todavía lo dudaban?
Por
lo pronto, parecía allanarse el camino para la salida de su titular de
Seguridad Pública, Luis Felipe Saidén Ojeda del gabinete de Federico Vila,
quien, en muestra de incapacidad para gobernar Yucatán, prefería culpar a su
equipo y, así, dio de baja a sus secretarios de Gobierno, Salud y Educación,
Ante
ellos nos preguntábamos ¿Será que Carlos Joaquín también estará listo como su
correligionario y homólogo para poner orden en la casa? Se había vuelto
demasiado predecible, sobre todo con su jefe policiaco, hoy convertido en “intelectual”
… aunque ¡quién sabe por quién!
Titulado
como Licenciado en Derecho en la Universidad Autónoma de Yucatán, cuenta con
nueve Diplomados, cuatro de ellos en materia de Juicio de Amparo (2017, 2019,
2021 y 2025) y cinco de Derechos Humanos y Sistema Acusatorio; La Familia y los
Derechos Humanos; y Acceso a la Justicia en Materia de Derechos Humanos, así
como con más de 75 Seminarios, Talleres, Cursos y Conferencias.
Información
completa sobre el currículum vitae, en este link:
https://luisangelqroo.blogspot.com/2025/08/dividido-en-los-capitulos-de-formacion.html

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