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En primera fila
                             México, ¡un caos!
                                              Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Sumidos en la glosa del informe y comparecencia de funcionarios, que tradicionalmente derivan en análisis de cifras, estimaciones y resultados en un voluminoso documento con el que se pretende cumplir con la obligación constitucional de rendir cuentas, los legisladores de las Cámaras realizan abundantes preguntas, tantas que le permiten al funcionario apegarse a un guion y evitar respuestas puntuales.
        A decir del senador perredista Alejandro Encinas, lo mismo ocurre con algunos legisladores, que se presentan a cumplir con ese ritual, trayendo, incluso por escrito, las réplicas a las respuestas de los funcionarios, aunque durante la asistencia del Secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, aquél dio una peligrosa voz de alerta al papel de esta dependencia y de la Presidencia de la República.
        Durante el presidencialismo autoritario del partido hegemónico, básicamente entre los gobiernos de Lázaro Cárdenas y Carlos Salinas, el Presidente gozaba, además de las facultades constitucionales, de facultades metaconstitucionales, como el manejo de una partida “secreta” y, lo más importante, decidir a su sucesor.
        Su fuerza era tal que anulaba la separación de poderes, subordinaba al Congreso, Poder Judicial y gobernadores, así como a grupos sociales a través de un fuerte aparato-control, de control corporativo desde el propio gobierno, esquema donde el Secretario de Gobernación se consideraba hombre fuerte del gabinete, operador político por excelencia y enlace con los poderes de la unión con gobernadores y grupos sociales, además de controlar a la prensa.
        Así, hubo secretarios que concentraron enorme poder político, como Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, hasta Salinas de Gortari, cuando, en gran medida, la operación política pasó a las oficinas de la Presidencia.
        Con Ernesto Zedillo declinó el peso de Gobernación y, tras la alternancia con el PAN, se debilitó más: Hasta la Primera Dama y aliadas tenían más poder que el secretario, lo que se profundizó con Felipe Calderón, cuando el concepto de gobernabilidad se redujo a la guerra contra el crimen organizada, lo que obligó a incorporar militares a tareas civiles.
En Gobernación prevaleció el amiguismo, no hubo interlocución con el Congreso, y la propia debilidad del Ejecutivo permitió feudalizar al país, formar un Sindicato de Gobernadores, fortalecer los poderes fácticos y aumentar la violencia e inseguridad.
        En resumen, se abandonó la política y debilitó más al Estado e instituciones, lo que favoreció al PRI con apoyo de los poderes fácticos y algunos medios de comunicación, para su regreso, y que hoy pretenda crear la imagen de un presidencialismo fuerte.
        Al inicio de este gobierno, cuando se debatió la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, la mayoría priísta argumentó que se buscaba fortalecer a  Gobernación, al fusionar las tareas de política interior con las de seguridad pública para remontar la falta de conducción política y la ineficacia de la estrategia de combate a la inseguridad.
        Desde entonces, se abandonó nuevamente la política, y la Secretaría se reduce hoy a atender asuntos de seguridad pública, anulando, en algunos casos, a la autoridad local, como acontece con la Policía Federal Preventiva y la nueva Gendarmería Nacional en Michoacán, Tamaulipas, Valle de Bravo y sur del Estado de México.
        La relación con grupos sociales, es prácticamente inexistente, y si bien 8 mil 500 organizaciones participan en comités, consejos y comisiones con la Secretaría, son fundamentalmente organizaciones vinculadas a seguridad pública incorporadas a mesas institucionales, pero no se abre espacio a la disidencia, sino, por el contrario, se criminaliza la protesta y se hace brazo represor de la Secretaría para disuadirla, y no para una relación que permita una gobernabilidad democrática.
        La mayor parte de la operación política ha vuelto a la Presidencia, desde donde se centraliza el poder, se establece la relación con el Congreso, elaboran y cabildean reformas, establecen pactos con un sector de la oposición, atenta contra el federalismo y nombran comisionados especiales que, cual virreyes, desplazan a las autoridades locales e imponen dictados del gobierno central, mientras que las Fuerzas Armadas y la nueva Gendarmería ocupan territorios y asumen facultades que corresponden a Estados y municipios.
        Además, desde la Presidencia se controlan las participaciones federales y de las haciendas públicas locales. Se busca, de nueva cuenta, fortalecer la figura presidencial sin recuperar la fortaleza del Estado.
A través de los medios de comunicación y de los grupos del poder económico se busca un nuevo presidencialismo, no un Estado fuerte, y contar con un Presidente fuerte dentro de un Estado débil, lo que permite a los poderes fácticos detentar el poder real y convertir la Presidencia en su vocera.
        Hoy, todos los indicadores de gobernabilidad continúan a la baja. La expectativa de crecimiento económico para este año cayó de 3.9% al 2.6.
        La violencia supera la del gobierno anterior. De acuerdo con información del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de diciembre del 2006 a junio del 2008, con Calderón, se contabilizaron 41,396 homicidios. En los mismos 19 meses, con Peña Nieto se reportaron 55,325 asesinatos. Aumentaron 34%.
        Según el Observatorio Nacional Ciudadano, México es el país con más secuestros en el mundo, con uno cada tres horas. De diciembre 2012 a junio 2014, se registraron mil 946, y continúan al alza las denuncias por extorsión y, lamentablemente, los feminicidios.
        La pobreza alcanza a 60 millones de mexicanos. El desempleo aumentó 5.5%  en julio pasado entre, y el subempleo al 8.3%, mientras que entre 2008 y 2014, se perdieron un millón 983 mil empleos y, de acuerdo con el informe “México Cómo Vamos”, la población que no puede adquirir la canasta básica pasó del 48 al 50%.
        Además, el 13% de la población ocupada, siete millones, gana el salario mínimo, que ha perdido el 70% de su poder adquisitivo en cuatro décadas. Según la Organización Internacional del Trabajo, el mínimo está por debajo de los niveles del mercado, aun con trabajadores calificados.
        México es el único país donde el valor del salario mínimo es inferior al umbral de pobreza per cápita. Son indicadores reales, y el indicador fundamental de la gobernabilidad, es el bienestar de la población, lo que no se consigue repartiendo despensas.
       Por otra parte, las violaciones a los derechos humanos, de los migrantes y de los menores no acompañados, son una vergüenza, tales como el desempeño del Instituto Nacional de Migración, mientras en el Poder Judicial prevalece la corrupción, y los desastres ambientales quedan en impunidad.
        Amnistía Internacional ha denunciado que persiste la tortura y se tolera en México, y resurgen acciones de violencia de Estado que generan dudas fundadas y no son aclaradas.
        Un ejemplo fue el enfrentamiento de Fuerzas Armadas con presuntos delincuentes en el municipio de Tlatlaya, Estado de México, el pasado 30 de junio, del que fuentes periodísticas y observadores de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos en México señalan que existen evidencias para presumir, más que un enfrentamiento, la ejecución de 22 personas, sin que hasta hoy se aclare o dé alguna respuesta.
         En fin, un verdadero caos que todos vemos y sentimos, desde luego, excepto el PRI y Peña Nieto.

(Permitida la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita del nombre de su autor)

*Luis Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco avecindado en Chetumal, Quintana Roo, con más de 36 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como Jefe de Información de dos ex gobernadores y tres presidentes municipales, y publicado tres libros.


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