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¡Bomba de tiempo para México!


                                   Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Normalmente preocupados por nuestros problemas visibles o a corto plazo, la mayoría de las personas perdemos de vista -o ignoramos, lo que es peor- las enormes situaciones que rodean nuestro entorno y que, de uno u otro modo, también nos afecta a todos, aunque preferimos pensar que sus efectos serán a largo plazo.
Lamentablemente, posturas como éstas son precisamente de las que se aprovechan quienes, al menos en teoría, deberían representarnos o servirnos –que para eso les pagamos-, y no sólo lucran con esa circunstancia, sino que, además, le empeoran año con año.
Mejor prueba de ello es esa deuda externa en la que pocos están debidamente documentados o de la que nadie quiere hablar porque nosotros mismos la pagamos día con día vía alzas o pago de impuestos, Derechos o Aprovechamientos que, aunque no son tema de esta columna, al final de cuentas afectan nuestro patrimonio.
En resumen, aunque resulte trillado, basta con decir que los mexicanos ya no nacen con una torta bajo el brazo, como solía creerse, ya que el gobierno los ha condenado a nacer ¡con una deuda de 70 mil pesos! -sí, leyó Usted bien-, misma que aumenta año con año, esto como consecuencia de una mala administración, mal gobierno o desgobierno.
En efecto, como bien documenta el senador panista Francisco de Paula Búrquez Valenzuela, en diciembre del 2012, al inicio del sexenio del priísta Peña Nieto, México tenía una deuda pública que no llegaba ni a seis billones de pesos, aunque ya se trataba entonces de una deuda bastante significativa.
Para ese efecto -sin temor a equivocarnos-, para quedar bien con el pueblo, el Ejecutivo se comprometió en su primer discurso como presidente a ofrecer un paquete económico con un supuesto cero déficit presupuestal. La realidad es que hasta el día de hoy es muy diferente a su promesa.
Por ejemplo, 2013 cerró con un déficit de 3% del Producto Interno Bruto para acumular una deuda del 39%, pero fue esto sólo el principio, ya que el endeudamiento continúa acumulándose: Las deudas se han “disparado” a más de 8 billones de pesos, que representan el 47% del PIB.
La verdad es que, en términos macro económicos, la dimensión del problema se pierde, pero, como decíamos, cada niño que nazca a partir del 2016 deberá más de 70 mil pesos en pura deuda pública, lo que no es justo, ya que nadie le preguntó si quería nacer con esa pesada losa sobre los hombros.
El gobierno sencillamente no tiene control de la deuda. Cada año revisa sus propias estimaciones al alza, de un 10%.
Al inicio de este sexenio anunciaba una deuda del 36% del PIB para el 2016, pero en este paquete económico ha reconocido que llegará al 48%, aunque muy posiblemente sea mucho peor. Las tendencias apuntan a que, con la misma tendencia, nos heredará en 2018 una deuda de hasta el 60% del PIB.
Por supuesto que la deuda no viene gratis, ya que anualmente debemos que erogar cerca de 500 mil millones de pesos sólo para el pago de intereses, con lo que ¡gastaremos cinco veces más por ese concepto!, y eso que los intereses atraviesan por una etapa histórica más baja que cinco veces todo el presupuesto de la SCT. Gastaremos en intereses 10 veces más en ese pago, que todo el presupuesto del programa Prospera-Oportunidades.
¿Cuánto más pagaremos si seguimos acumulando deudas debajo del tapete? ¿Cuánto más pagaremos cuando suban las tasas de interés?
Ante esta bomba de tiempo, la propuesta de reforma, turnada a la Cámara de Diputados, incluye incorporar en la Carta Magna el derecho ciudadano a finanzas públicas estables, la obligación de los gobiernos a no contraer deudas más allá de un límite estricto, y a no dejar como herencia deuda alguna a gobiernos futuros.
Al final de cuentas la deuda pública conlleva más males que bienes, y no es posible compararla con el endeudamiento privado, ya que cuando una persona se endeuda, asume un riesgo personal, pero cuando lo hace un político endeuda al Estado sin asumir ninguno, aunque, irónicamente, de inmediato recibe un beneficio: Más recursos para gastar sin responsabilizarse de ello.
Al final seremos nosotros y nuestros hijos quienes pagaremos los despilfarros del gobierno endeudando. Este no paga, pero sí los ciudadanos, toda vez que las deudas de hoy son los impuestos del mañana. Lo que al principio parecía un nivel manejable de endeudamiento, tiende a convertirse en un grave problema que impone una pesada losa a las familias, y amenaza a las finanzas y al desarrollo del país.
La deuda siempre es mala en manos de los políticos en el poder, que siempre tendrán incentivos para endeudarse más allá de lo razonable, en lo que constituye la pura naturaleza humana, y esa es la realidad que vivimos a lo largo de todo el país.
No debemos minimizar los riesgos. Nuestra historia está plagada de ejemplos en los que las deudas han dado severos quebrantos a la nación y al pueblo. Sin tener que retroceder al siglo XIX, basta con recordar la quiebra del país tras la docena trágica de Luis Echeverría y López Portillo, o el infame “error” de diciembre de 1994.
Así las cosas, la iniciativa del PAN presentó cuatro propuestas fundamentales, la primera de ellas reconocer desde el derecho constitucional ciudadano a finanzas públicas estables, es decir, que los gobiernos no los endeuden ni impongan impuestos confiscatorios para pagar deudas.
La segunda es prohibir heredar endeudamiento a mediano plazo a todos los gobiernos, con lo que podrán endeudarse en sus primeros años con un límite estricto, pero saldar la que contraigan 12 meses antes de concluir su periodo, con lo que se evitará heredar deudas a futuros gobiernos y que se dediquen a despilfarrar recursos públicos en tiempos electorales.
El tercer punto propone sancionar penalmente a los servidores públicos que contravengan esto para endeudar al pueblo h, finalmente, reducir progresivamente la deuda acumulada para evitar el pago de cientos de miles de millones de pesos en intereses.
A grandes males, grandes remedios. La iniciativa es contundente, pero no hay mejor opción para cortar de raíz esa grave amenaza, este cáncer. La verdadera temeridad es seguir con el mismo rumbo, atentando contra el bolsillo ciudadano.
Es momento de limitar al gobierno e empoderar al ciudadano. Quitarle la capacidad de endeudarse para que no vea amenazado su futuro. Los mexicanos no merecen menos, aspiramos a un futuro donde cada mexicano que nazca traiga una torta bajo el brazo ¡no una hipoteca de 70 mil pesos!
Ah, ¡pero Peña Nieto estrenó residencia, tenemos un súper avión nuevo y pronto estrenaremos lujoso aeropuerto!

(Permitida la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita del nombre de su autor)

*Luis Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco residente de Chetumal, Quintana Roo, con más de 38 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como Jefe de Información de dos gobernadores y tres presidentes municipales, y publicado tres libros.

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