¡Hartos de partidos políticos!
Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Violencia,
compra de votos, viejas prácticas electorales en casi todos los partidos; manga
ancha a los gobernadores de casi todos o todos los colores para operar;
hartazgo de la ciudadanía y rechazo al sistema de partidos, fueron, entre
otras, las principales características del anterior proceso electoral para
renovar la Cámara de Diputados.
Claros
ejemplos de ese hartazgo fueron los
triunfos del independiente “Bronco” y de Cuauhtémoc Blanco quien, aunque iba
por un partido, representaba realmente ese verdadero hartazgo a la violación
sistemática del Verde “Ecologista a la ley, como permanente acto distractor
ilusionista, donde la modelo distrae mientras el mago hace el truco.
Pareciera
que el 7 de junio fue igual que otras elecciones, pero cómo iba a ser igual,
cuando, incluso, su estructuración fue completamente desigual, toda vez que la
reforma política, base del proceso, pretendía anular la pluralidad del país.
En
efecto, resultó evidente no sólo en la discrepancia en la asignación de
recursos económicos de tiempos en radio y TV; la “cargada” de gobiernos
estatales y la disparidad. No todos saltaban en un mismo piso parejo.
Con
todo, los artilugios no fueron suficientes para que la gente fuera sólo a un
acto de aprobación del gobierno. Aunque los votos hablarán, no develarán esos
artilugios tramposos e ilegales de un sistema político que los toleró. El 7 de
junio no fue un rechazo al gobierno, como muchos esperaban, pero tampoco un
referéndum.
La
realidad es que el voto demostró que el sistema de partidos se agota, que la
gente ya no cree en ningún color y que urge un esfuerzo extraordinario para que
sea evidente el replanteamiento de todos los institutos políticos.
No
fue en las urnas, sino en los 20 meses previos a la elección, cuando por
primera vez se cruzó el nivel de aprobación con la desaprobación del gobierno,
y vino en picada el reconocimiento de éste como un gobernante al que la
ciudadanía exige acciones efectivas.
Economía
y seguridad son las que más preocupan a los mexicanos, y fueron éstas las
promesas de campaña que quedarán en eso, en promesas.
Sin
embargo, el 7 de junio no sólo dijo que es desigual el sistema electoral, que
no trata a los iguales como iguales, que pareciera que los votos de un partido
minoritario tienen menor valor que los votos de uno mayoritario y que todo se
vale, ya que lo que vimos en la calle el 7 de junio no sólo fue hartazgo, sino
la práctica descarada del cinismo político.
Como
parte del Sistema Político Mexicano, debemos reflexionar. No se vale cantar
victoria y decir que el 7 de junio validó o no a algunos, que el PAN se refrendó
como oposición o que el PRI mantuvo la mayoría en la Cámara de Diputados junto
con el Verde.
No.
La elección demostró que el sistema democrático mexicano está prendido con
alfileres y que urgen análisis y autocrítica. Quien no lo haga así, espera que
la violencia, aparentemente focalizada en esta elección, y el hartazgo,
aparentemente sólo en algunos Estados, en tres años se vuelva nota central de
las elecciones.
Entonces,
nuestra aprobación, referéndum o desaprobación irán a la “licuadora” de la
autocrítica ¿Por qué? Porque éste fue, quizás, el proceso electoral más
fiscalizado, quizás también el de la mayor transparencia y publicidad, pero también
el de la más rampante y descarada impunidad.
La
lección es el fracaso de la reforma político-electoral, que mostró una vez más
que no basta con reformar leyes para darle sentido a los principios electorales,
ya que vimos cómo de manera sistemática se violaron principios electorales y
cómo la autoridad electoral mostró tibieza y parcialidad.
Habrán
de hacer balances numéricos aquellos que le apostaron a la propaganda ilegal y
sistemática, y que vieron que los resultados no fueron los que esperaban.
Por
otro lado, aprendimos que contra todas
aquellas voces que llamaron a anular el voto, sólo la participación activa de
los ciudadanos puede modificar a golpe de votos lo que les duele y lastima.
También
aprendimos que esta es la hora de los ciudadanos formadores de ciudadanos y que
hay asignaturas pendientes para la siguiente Legislatura, como la revocación de
mandato y el financiamiento público de los partidos. Es hora de ponerles examen
a los nuevos diputados.
Quienes
no quieran entenderlo, los partidos tradicionales que sigan pensando que nada
cambió después del 7 de junio, también deberán someterse a examen.
Tras
las elecciones hará falta un nuevo pacto, pero no un pacto en el discurso, para
la “foto” o para el envanecimiento personal de los actores políticos, sino de nuestro
actuar diario. Ya es hora de pensar que por encima de los intereses de grupos
está la grandeza del país.
Así,
aunque los poderosos intereses protegidos en esta elección por medios de
comunicación parciales y congresos que avasallan mediante el mayoriteo, por
gobiernos que han amedrentado a quien disiente del ejercicio utilitario de la
política, y tribunales electorales que actúan como cortesanos que obstaculizan,
habremos de seguir en la batalla.
Esta
fue la oportunidad de los ciudadanos de decirles NO MÁS a los partidos
tradicionales y de saber que existe otra forma de hacer las cosas, pero que la
llave para el cambio de rumbo del país sólo pueden abrirla los ciudadanos
libres con su voto.
En
otro orden de ideas, es justo hacer un reconocimiento a todos los funcionarios
que participaron en casillas, juntas locales y distritales, así como a todos
los ciudadanos que participaron con voluntad y compromiso en el proceso, ya que
sin ellos no hubiera sido posible “sacar” la elección. El suyo es un ejemplo
cívico que no podemos soslayar.
Asimismo,
cabe agradecer a todos los ciudadanos que acudieron a ejercer su derecho al
voto con emoción, alegría y decisión de transformar a México. Triunfó la
democracia en el proceso, pero una vez más deberá ponerse a examen y poner a
debate el sistema político electoral.
Lo
cierto es que triunfaron los ciudadanos contra esa aristocracia que no puede
imponer una agenda siempre, pero que cuando no lo hace le queda la facultad de
bloquear el juego, de atajarlo, aunque hoy la gente dejó claro que no está
dispuesta a seguir siendo gobernada por los partidos tradicionales.
Así
lo confirman los triunfos del “Bronco” Jaime Rodríguez, en Nuevo León, y de Enrique
Alfaro, en Guadalajara.
La
reconfiguración del Congreso, contra los que dicen que la izquierda está
fragmentada, debe llevar a reflexionar que las fuerzas progresistas han
ejercido una nueva mayoría y que se deberán construir agendas responsables que
permitan discutir el rediseño institucional del país, con los ciudadanos en el
centro del debate público.
Son
muchas las “asignaturas” pendientes: La inseguridad, desempleo, pobreza,
marginación educativa y futuro incierto para los jóvenes; el abandono al campo,
la corrupción y políticas públicas que garanticen la equidad de mujeres y
hombres.
El
horno no está para “bollos” ¡Ojalá lo entienda la LXIII Legislatura!
(Permitida
la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita
del nombre de su autor)
*Luis
Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco residente de Chetumal, Quintana Roo,
con más de 38 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y
jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como
Jefe de Información de dos gobernadores y tres presidentes municipales, y
publicado tres libros.
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