¡Todos contra Estados Unidos!
Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Una
vez que quedó en claro el papel de Estados Unidos en el vaivén descendente de
los precios del petróleo, su revolución petrolera se concentra Texas, Alaska,
Oklahoma, California, Colorado, Montana, Dakota del Norte y otros 25 Estados,
aunque Dakota es la joya del “boom” petrolero.
Sus
explotaciones a través de la controvertida técnica del “fracking”, que recién
aprobó el Congreso para su aplicación en México, implican una metodología de
extracción de petróleo y gas atrapados en las formaciones rocosas, lo que está
propiciando un cambio profundo en el mapa petrolero de ese país y el mundo.
Se
calcula que tan sólo la producción de ese Estado será suficiente para
reemplazar las importaciones de Venezuela y Nigeria, en virtud de que su
producción supera la de países miembros de la OPEP, como Ecuador y Qatar.
La
técnica del “fracking”, que revoluciona su producción petrolera, se utiliza
desde fines de los años 90, pero no se trata de una tecnología nueva, ya que sus
primeros experimentos datan del decenio de los años 40, pero la perfeccionó el
petrolero George Mitchell, en los 90s.
Así,
esto que tiene encendida la polémica internacional en determinados sectores
políticos y grupos de ambientalistas radicales, es una tecnológica vieja que no
se había utilizado comercialmente para liberar el gas natural y petróleo de esquisto,
pero entró con fuerte vigor desde hace cinco años.
Más
allá de la polémica, entre partidarios y opositores del “fracking” y los
análisis con cálculos políticos mediáticos en varios países, lo trascendental
que se debe examinar con ponderación entre medio ambiente y desarrollo, son los
impactos que está generando está tecnología en la producción de crudo, la
economía, el mapa energético y en la geopolítica mundial.
En
América Latina los tres países con mayor potencial en reservas de gas y
petróleo de esquisto son Colombia, Brasil y Argentina, y pese que en varios
países de Europa, América Latina y África existen sectores que se oponen a su
uso, más tarde que temprano tendrán que adoptar esta tecnología, o correrán el
riesgo de que su competitividad en producción de petróleo y gas quedará
rezagada.
Lo
que se debe mirar del ascenso de la producción petrolera norteamericana es su
impacto en la economía mundial y los cambios que se originan en sus relaciones
económicas con otros países, dado que su pujanza energética le permite una
redefinición en aspectos claves de sus políticas energéticas y exterior.
Su
autosuficiencia energética genera transformaciones en sus relaciones
económicas, políticas y geoestratégicas con los países petroleros del Oriente
Medio, África y América Latina, de manera que al eliminar hasta cierto punto su
dependencia energética de los países árabes, originará nuevas reglas de peso y
contrapeso en la estabilidad de los precios del crudo con la OPEP.
Ahora
bien, lo determinante en el uso de “fracking” en el resurgimiento petrolero de
Estados Unidos no es que haya superado la producción de Rusia y Arabia Saudita,
la mayor potencia petrolera del mundo, sino haber generado una nueva
reconfiguración del mapa energético mundial.
Otro
aspecto importante que se debe examinar de ese renacimiento gringo es que
registra su mayor crecimiento de producción en los últimos 150 años, por lo que
todo apunta a que, como van las cosas, dentro de una década será exportador
neto de petróleo y gas, en virtud de que, superará la producción de varios
países del Oriente Medio y antes del 2030 cubrirá su demanda interna.
Es
evidente que ante su aumento de producción petrolera y la caída de los precios
internacionales del crudo, países como Venezuela, Colombia y Nigeria, entre
otros, cuyas principales exportaciones petroleras estaban destinadas al mercado
norteamericano, sus economías entrarán en cierto desbalance que repercutirá
gravemente en sus políticas económicas y sociales.
Ante
este panorama, Arabia Saudita empezó en octubre una guerra mundial de precios
con intención de hacer mella en la producción de crudo estadunidense, aunque
contener ese auge podría llevarle más de un año.
No
pocos observadores esperaban una espiral a la baja de los precios mundiales, lo
que llevaría a reducir rápidamente la perforación de petróleo de esquisto en
Estados Unidos, frenar el crecimiento de la producción y ayudar a impulsar los
precios.
Sin
embargo, los productores pequeños, vulnerables a repentinos movimientos de
precios, han tenido que reducir el gasto y la rapidez con que el crudo que
llega al mercado, pero aunque las empresas que desarrollan hidrocarburos no
convencionales estudien bajar sus presupuestos, la producción continuaría
aumentando este año y posiblemente en 2016.
Los
pozos que se perforan, pero no han sido sometidos al “fracking”, harán que la
producción siga subiendo. Muchas perforadoras tienen contratos a largo plazo y
aborrecen pagar costosas sanciones por dejar equipos que luego necesitarían. La
mayoría ha cubierto la producción del 2015 a precios mucho más altos y se
apresura a cerrar la de 2016, protegiendo sus ingresos aunque continúe la caída
libre de precios.
Lo
que está en juego no es sólo el frenesí perforador de Estados Unidos, que ha
transformado la foto energética de Norteamérica e impulsado su economía, sino
también la forma del mercado mundial, con una Arabia Saudita confiada en
recuperar cuota de los productores estadunidenses.
(Permitida
la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita
del nombre de su autor)
*Luis
Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco residente de Chetumal, Quintana Roo,
con más de 37 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y
jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como
Jefe de Información de dos gobernadores y tres presidentes municipales, y
publicado tres libros.
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