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En primera fila
                ¡La salvación de Peña Nieto!
                                     Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
A una semana de los festejos por el aniversario de la Carta Magna, no cabe duda de que el auge regresivo en sus cambios, iniciados en 1982, alcanzó su “consagración” con el presidente Peña Nieto, en cuyos escasos dos años de gobierno ha impulsado la friolera de 70 modificaciones, en las que poco o nada ha importado la soberanía, elemento esencial de la Constitución de 1917.
La república, otro de sus ejes, ha sido mera apariencia, y la democracia, una gran farsa, mientras que la libertad, otro elemento clave de ese Pacto Constitucional, es privilegio de unos cuantos, y qué decir de la justicia, su piedra angular, que ejemplifica la tragedia de Ayotzinapa, que ha desnudado todas las miserias de nuestro régimen de procuración de justicia.
Como adujera el diputado Alfonso Durazo Montaño, representante de Morena, del bienestar social, propósito central también del Pacto, sólo queda una política social coronada como la reina de las migajas, útil tan sólo para controlar las nóminas electorales.
A causa de ese libertinaje constitucional, la administración de Peña Nieto ha resultado para los mexicanos peor que una plaga bíblica; a causa de esos excesos, su gobierno hace agua por todos lados.
Ayotzinapa, Tlatlaya, el derrumbe de precio del petróleo, el dólar disparado, las consecuencias del alza de impuestos, los crecientes índices de corrupción, impunidad e inseguridad; una economía prácticamente inerte, un campo abandonado, una educación desmantelada, una clase política convertida en especie depredadora y costosa por corrupta; un gobierno sin transparencia ni credibilidad, con el corazón podrido y una juventud sin horizonte marcan su gestión.
Ante este negro panorama, sin embargo, Peña Nieto, parafraseando a uno de los personajes de El Principito, parece no tomarse en serio la tragedia que vive el país.
Parte de la desgracia de México deriva precisamente de que no tiene las cosas claras, supone que todo anda bien y cuando por fin reconoce algún problema, como el conflicto de interés de la Casa Blanca, la única terapia que se le ocurre es aumentar la dosis de simulación, según vimos al reactivar la Secretaría de la Función Pública para “investigarlo”, y antes de eso, en su “decálogo” para enfrentar la tragedia de Ayotzinapa.
Este caso es huella que le perseguirá Nieto hasta el fin de los tiempos, pero esa fatalidad no comienza ni termina ahí. Lo que vive el país es una crisis del sistema político, ése al que el diario francés Le Monde calificó como “Estado mafia” por sus décadas de corrupción, impunidad, simulación y violencia, que estereotipan el desempeño de todos los Poderes y niveles de gobierno. Ese es el Estado al que los estudiantes señalan como responsable de la desaparición de sus compañeros.
El Estado mexicano huele a podrido desde hace mucho, en largo proceso de desmantelamiento guiado por sistemáticas medidas neoliberales, una degradación causada por una clase política cada vez con menos escrúpulos, más corrupta y menos sensible, con ética pública en bancarrota.
Lo tienen en putrefacción un sistema en el que los gobernantes parecen más cabecillas de bandas estatales que servidores públicos; un sistema de partidos y cuotas de poder que envilecen todo lo que tocan; una administración pública cada vez más infiltrada por el crimen organizado y miles y miles de muertos y desaparecidos por métodos infrahumanos.
Es tan grave que ha llegado el tiempo de cortar por lo sano con ese viejo sistema político, y si Peña Nieto no cambia las políticas públicas y miembros de su gobierno, muy probablemente  se radicalice la lucha por su renuncia.
No obstante, el peor escenario para el país sería enfrentar una crisis constitucional y la necesidad de que el Congreso nombre relevo presidencial, lo que podría resultar más grave que el desastroso gobierno, que para salvarse debiera comenzar por tirar todo el lastre que carga, léase funcionarios ineficaces o corruptos o políticas públicas socialmente rechazadas.
Así, debe dejar de actuar como deudor o “ahijado” de Televisa y cancelar su línea dura de gobierno. La corrupción y manipulación del proceso electoral es el telón de fondo de la inestabilidad. Consecuentemente, la salida de la crisis tiene que ver con los bajos estándares de nuestra democracia y obliga a actuar en consecuencia.
No se puede seguir gobernando con criterios de facción, con la idea de que el que gana, lo gana todo, y el que pierde no tiene derecho a nada, salvo que acepte una relación de subordinación.
Es urgente incorporar las figuras legales de revocación de mandato, referéndum, plebiscito y derecho al voto nulo a través de procedimientos accesibles, repetimos, accesibles.
Por otro lado, también habría que abordar el tema de los elevados niveles de corrupción, pero lo fundamental es reenfocar su debate: Si no se gobierno con el ejemplo y aplica la ley, no habrá instituciones ni leyes suficientes para combatirla eficazmente.
Las propuestas están lejos de las seudorreformas aprobadas en el Congreso de la Unión, pero representan la oportunidad para que nuestra Carta Magna empiece a recuperar su espacio en la vida pública, y de paso salvar a Peña Nieto y consolidar su gobierno hasta el final de su sexenio.

(Permitida la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita del nombre de su autor)

*Luis Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco residente de Chetumal, Quintana Roo, con más de 37 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como Jefe de Información de dos gobernadores y tres presidentes municipales, y publicado tres libros.


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