Propuesta de “morir con dignidad”
Por Luis A. CABAÑAS
BASULTO*
Proveniente
del término griego “euthanasía”, que significa buena muerte, la eutanasia, acción
u omisión que acelera la muerte de un paciente desahuciado con la intención de
evitar sufrimientos, es decir muerte sin sufrimiento físico, volvió a crear
controversia esta semana tras que el diputado perredista Fernando Belaunzarán
Méndez presentara una iniciativa que, dijo, tiene como valor fundamental la
dignidad humana.
Tema
controversial que habla de despenalizar y regular la eutanasia en México, y contra
lo que se pudiera pensar, dice, se trata de un acto de amor, de compasión en el
sentido original de la palabra, es decir, ponerse los zapatos del otro y
ponerse en los zapatos de quien sufre; ponerse en los zapatos de quien padece a
veces verdaderamente dolores que nadie merecería, por lo menos si no quisieran
hacerlo a voluntad.
Dicha
polémica tiene que ver con discusiones religiosas, sin pasar por alto que vivimos
en un Estado laico, con lo que la iniciativa se desprendería de una correcta
lectura de la Constitución.
¿De
quién es la vida? ¿De aquel que la experimenta? O de un ser superior que nos la
otorga. Obviamente, nadie se pondrá de acuerdo en la intensa discusión en
filosofía, teología, política, etc., pero la Constitución establece cómo
resolver este dilema, ya que si la vida es de quien la experimenta, no hay
discusión, pues pudiera tomar la decisión difícil, dura, complicada, esencial,
de decir “ya no quiero más por ser insufrible”.
Pero
si alguien piensa lo contrario, por supuesto una raíz religiosa, en virtud de
la cual la vida no le pertenece a quien la experimenta, pues pensará de otra
manera, aunque el artículo 130 de nuestra Constitución establece la división
Iglesia-Estado.
Por
su parte, el artículo 40 establece que México es laico, es decir, no existe
moral oficial, única que se deba aplicar a todos, según aclara el artículo 24,
que establece el derecho de todos a tener convicciones éticas propias, y una
convicción ética, legitima, es pensar que la vida que experimentamos no nos
pertenece y, por tanto, deberíamos soportar el sufrimiento hasta el fin.
Empero,
una convicción ética también aceptable es que si la vida es de quien la
experimenta podría ponerle fin con un procedimiento marcado por la ley y
generando este derecho.
Y
esto viene a colación porque lo que vemos en nuestros hospitales es que la
gente agoniza con mucho dolor, y parece ser que el Estado mexicano condena a
los pacientes a padecer hasta su último aliento de vida, alarga su agonía para
padecer hasta su último aliento de vida.
El
artículo 1º constitucional establece los derechos humanos e impone sufrir hasta
el último momento de la vida, lo que implica un acto de tortura, tortura
institucional si queremos llamarle así, ya que se trata realmente de un acto de
tortura.
Ahora
bien, la iniciativa de Belaunzarán Méndez -turnada a la Comisión de Salud de la
Cámara de Diputados-, no sólo involucra a gente de convicción laica, sino
también a los creyentes convencidos de que su sufrimiento no es voluntad de
Dios, y pueden suspender ese sufrimiento sin contrariar esa voluntad divina, lo
que sería perfectamente legítimo.
Según
dice, la decisión no puede surgir del arranque de un paciente que, por ejemplo,
en el transcurso de un mes deba reiterar su decisión de terminar su
sufrimiento, un padecimiento tan fuerte que lo lleve a una situación límite,
sino por lo menos tres entrevistas entre quien solicite la eutanasia con su
médico, y en cualquier momento poder suspender la medida ese mes, en que
tendría tres.
Asimismo,
establece una objeción de conciencia, o sea, si algún médico plantea estar
convencido de que practicar la eutanasia está contra sus creencias, se podría
excusar, y el hospital lo sustituiría con quien no tenga ese problema o no
choque con sus creencias.
Además,
establece que desaparecerá la tipificación llamada homicidio por piedad, donde
se penaliza la eutanasia.
Lo
cierto es que este es un problema relacionado con la iniciativa de regular el
cultivo de amapola para fines médicos y la industria farmacéutica para la
morfina, ya que gran cantidad de pacientes de México sufren agonías dolorosas,
terribles, que sus familias observan importantes.
En
cambio, los pocos afortunados con acceso a la morfina ven a sus pacientes
dormidos, bloqueados, sin dolor, pero sin conciencia, mientras que la inmensa
mayoría de los pacientes está con sus familiares, que los observa padecer y
sufrir, por lo que muchos dicen que ésa no es una forma digna de vivir y
desearían no ver esa situación que, sin embargo, el Estado mexicano les condena
a alargar en condiciones infrahumanas, indignas.
Desde
luego que cada quien debería tomar su decisión, y aquél que quiera resistir el
sufrimiento estaría en su derecho, pero quien quisiera poner fin a esa agonía
con dolor, para respiro de él y tal vez de sus familiares impotentes de verlo
sufrir, existiría una salida profundamente humanitaria, pues no padecer dolor
es un derecho que debemos predicar, y tiene que ver con la dignidad.
Lo
único cierto es que respetamos las creencias y la discusión sobre qué la vida,
que cada quien la determine, pero el Estado no puede tomar partido porque somos
una República laica, sin moral oficial, y por tanto, debemos reconocer este
derecho de quienes por su bien, para mantener su dignidad en ese último lapso
de su vida, o aquellos que no tienen esperanza para mejorar,
Entre
éstos se podrían incluir los parapléjicos, que si quiere seguir viviendo tiene la
posibilidad y se le debe ayudar a su desarrollo, pero a quienes decidan no
seguir, que tengan esa posibilidad. Esto es de un Estado moderno que piensa en
los derechos de su gente y que piensa que una persona puede, si así quiere,
terminar con la misma dignidad con la que vino al mundo.
Así
pues, la difícil decisión -ojalá no política- está en manos de los recién
desempacados diputados de la LXIII Legislatura.
(Permitida
la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita
del nombre de su autor)
*Luis
Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco residente de Chetumal, Quintana Roo,
con más de 38 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y
jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como
Jefe de Información de dos gobernadores y tres presidentes municipales, y
publicado tres libros.
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