En
primera fila
“Trampa” en refrescos
Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
O
juegan con nosotros o le apuestan a nuestra mala memoria, pero lo cierto es
que, aunque no todos los mexicanos nos seguimos cargando de azúcar con el
consumo de refrescos, las autoridades hacendarias aprobaron el año anterior un
impuesto “especial” para los refrescos que, que cierto, hasta hoy ha tenido un
éxito recaudatorio.
Sin embargo, México sigue presentando uno de los niveles de obesidad
más importantes en todo el mundo, pues cerca de un tercio de los niños padece el
problema o tiene sobrepeso, solamente superados por Estados Unidos en este
último renglón, aunque en materia de obesidad infantil no hay quien nos gane.
Mientras los países de la OCDE los beneficios en salud propician que se
alargue su esperanza de vida promedio, a grado tal que ha aumentado de 77.1 a
80.1 años, en México avanza muy lentamente, incluso ha disminuido en algunos
sectores de la población.
Pero además, se estima que las
enfermedades relacionadas con la obesidad
cuestan al país .4% del PIB, esto es más de 80 mil millones de pesos
que, en el 2017, podrían llegar a 150 mil millones.
Hasta donde sabemos, causa de las
principales causas de esta obesidad es el consumo de refrescos, ya que no es
casualidad ser el número uno en su consumo en todo el planeta -163 litros anuales
por persona- y, según INEGI, el 22% de las calorías que consumimos provienen de bebidas
azucaradas.
Por el contrario, el gasto en salud no ha
crecido como se quisiera; Apenas 6 puntos de PIB, la mitad de lo que gastan en
promedio los países de la OCDE y casi 10 puntos menos que Estados Unidos, y a
pesar de nuestro bajo presupuesto en el renglón, sólo un 7% se dedica al tema
de la obesidad.
En números redondos, la recaudación
“especial” por consumo de refrescos ha sido suficientemente eficaz para
Hacienda, más de 10 mil millones de pesos, aunque ignoramos si tendrá impacto en
el consumo de esas bebidas, pese a que todo el principal argumento para el
impuesto era generar supuestos beneficios para la salud.
Conforme al diseño del impuesto, cuando
se grava un peso por litro lo que se espera es que se restrinjan su consumo,
pero como desconocemos la elasticidad en la demanda del refresco, es incierto
su efecto. Una encuesta de mil 500 casos demuestra resultados favorables, pero
se necesitan datos “duros” para calcular si este impuesto reduce el consumo.
De no tener efecto en la demanda, tendremos
a la vuelta de la esquina un cuestionamiento sobre ese impuesto, probablemente presionará
la industria, en el sentido de que la demanda de refresco y el nivel se salud
siguen iguales, lo que demuestra que el impuesto sólo tuvo fines recaudatorios.
Es cierto que la política fiscal es
para generar efectos deseables en las condiciones de bienestar, y no
exclusivamente en el tema recaudatorio, y de ahí la necesidad de reformar el
esquema vigente del impuesto a las bebidas azucaradas por otro relacionado
directamente con la cantidad de azúcares y edulcorantes nutritivos añadidos por
litro.
En
este sentido, en el marco de la discusión del paquete fiscal, el senador
perredista Mario Delgado Carrillo propuso incidir en la salud de los
consumidores y provocar una reacción de la industria en la fabricación de sus productos.
La idea es que si el impuesto fuera por
la cantidad de azúcares, se provocará una reacción de la industria en el
sentido de producir refrescos menos azucarados que, independientemente de la
elasticidad de la demanda, es seguro su impacto en la salud.
Es
decir, si consumen más o consumen menos refresco, los mexicanos consumirán
refrescos con menor cantidad de azúcar, y por lo mismo, la política fiscal
estará generando el impacto de salud deseable, lo que motivó la existencia del
impuesto.
Además,
si calculamos un peso de impuesto por cada 100 gramos de azúcares o
edulcorantes por litro, la tasa impositiva promedio sería de 1.20 pesos por
litros, con lo que, inclusive, habría una recaudación adicional.
Al comparecer ante el Senado, el
Subsecretario de Ingresos de Hacienda confirmó que, por diversas
circunstancias, los recursos recaudados por este impuesto pues no se habían podido ejercer en la instalación
de bebederos o en programas de prevención de la obesidad y diabetes.
El problema del actual impuesto es que el
impacto en la salud depende del destino que se le dé a los recursos recaudados para
este efecto. Si e recurso no se destina a la salud, entonces el impacto es prácticamente
nulo.
Así
las cosas, se propone cambiar la base del impuesto para evitar enfrentar
reclamos de la industria en el sentido de que no cambiaron las cosas y sólo se buscó
gravar al refresco para provocar un impacto negativo en el bienestar y poder
adquisitivo de las familias.
Por
otro lado, independientemente de que el gobierno destine estos recursos a la
salud, se lograría un impacto en salud a partir del cambio de la industria, ya
que, de ser más baratos los refrescos menos azucarados, seguramente se
fabricarán más, ya que actualmente son más caros los de bajo contenido calórico
que los productos “estrella” con altísimo contenido de azúcares y calóricos, como
una estrategia en términos de precios.
Luego
entonces, con el nuevo destino del impuesto se honrará la propuesta por la que
se avaló la creación del impuesto “especial”, que se busca incidir realmente en
la salud de los mexicanos en ese tema tan grave como la obesidad y otras
enfermedades asociadas por ella, como la diabetes y enfermedades
cardiovasculares.
Sólo
así, cambiando la base de aplicación se garantizará realmente un esperado efecto
en la salud pública.
(Permitida la
copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita del
nombre de su autor)
*Luis
Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco avecindado en Chetumal, Quintana
Roo, con más de 36 años de trayectoria como reportero, jefe de información,
editor y jefe de redacción de diversos medios de información, también ha
fungido como Jefe de Información de dos ex gobernadores y tres presidentes
municipales, y publicado tres libros.
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