¡Fallido “Decálogo” presidencial!
Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Cuatro
meses después del anuncio del “Decálogo” del presidente Peña Nieto en materia
de combate a la corrupción y la inseguridad pública, persiste un rechazo
generalizado, excepto de los gobernadores que, en desplegado muy bien pagado,
dijeron estar muy de acuerdo en ese entonces, ya que, fuera de eso, no se leyó
ningún elogio a ese anuncio, absolutamente fallido.
Y
es que esta situación tiene motivos de sobra: Resulta verdaderamente
preocupante que el mandatario no atienda lo que le reclaman miles y miles de
mexicanos, no sólo estudiantes, sino gente de todos los sectores sociales.
En
este sentido, el debate sobre las acciones que anunció el Ejecutivo Federal sobre
el combate a la corrupción e inseguridad, el 27 de noviembre último, constituyó
una sorpresa de los legisladores
afines que, tan sólo en relación con la “Casa Blanca” montaron en cólera,
indignados, por la postura de la verdadera oposición.
Ignoramos
qué pasó en el caso del PAN, del que se esperaba una participación similar que
habían prometido, pues todo quedó en un punto de acuerdo.
Sorpresivo
resultó también que “15 minutos para la hora” avisaran aquel 27 de noviembre en
el Senado una discusión pactada por otros: El mensaje de Peña Nieto a la nación
“Por un México en paz, con justicia y desarrollo”, pese a que sus
planteamientos no correspondían a su Decálogo.
Este
decálogo y su participación se rechazó en términos generales, además de ser
verdaderamente preocupante que no atienda los reclamos de justicia, impunidad y
corrupción que empieza desde la misma Presidencia.
Pero
nada de esto se trató. Y no lo dice nadie en especial, ya que se puede leer -como
siempre, hay que leer de afuera para ver qué pasa- en el New York Times, el
Washington Post o “Le Monde”, uno de los periódicos más importantes de Europa, que,
tras analizar el discurso, publicó: “Este México es un Estado mafioso o un
Estado mafia”.
Como
se recordará, el ahora ex presidente de Uruguay, José Alberto Mujica Cordano,
por su lado, en una lastimosa opinión -para el gobierno mexicano, obvio- señaló
que “en este país no hay justicia, hay impunidad” y que la corrupción es la
base de todo.
Y
no sólo dijo que existe un Estado fallido en México, sino que es producto de
una corrupción que se ha convertido en un sistema de vida del país. Y a nada de
esto se refirió Peña Nieto, sino a una serie de puntos que debió dar risa si no
fuera por lo dramático del caso.
Lo
cierto es que, a cuatro meses de distancia, parece ser que Peña Nieto no se percata
de que el país vive una verdadera crisis, y una y otra vez trata de convencer
de que las marchas son violentas, cohibidas por las televisoras, que lo único
que hacen es decir “hubo una marcha”.
En
ocasiones suelen decir “marchas pacíficas”, aunque sólo en cinco segundos, pero
“cero” a lo que dicen los que salen a reclamar, aunque, eso sí, toda clase de
imágenes de incendios y bárbaros que rompen vidrios sin que intervenga la
policía. Para eso sí, todas las cámaras del país.
Resulta
realmente increíble que Peña Nieto crea que esto le permitirá sostener una
Presidencia derrumbada. Hay un clásico, claro derrumbe de la Presidencia, que
ha perdido legitimidad en México y el mundo, así como autoridad moral, a grado
tal que no contesta lo que se le señala; lo elude.
Es
una Presidencia que no tiene ya con qué sostenerse, por lo que desde meses
atrás comenzaron a filtrar que “es el terrorismo, tal vez la guerrilla”,
mientras que el secretario de Gobernación aseguró que ya se esperaban lo que
vivimos desde que decidieron entregar el petróleo al extranjero.
Claro
que no lo dijo así, sino, elegantemente, “reformas estructurales”, contra las
que expresó que se esperaba una reacción de los “enemigos de la modernidad”
estructural neoliberal.
Peña
Nieto no contesta, no explica. Dice vergonzosos “refritos” que nadie acepta, pero
Osorio Chong trata de inducir a la opinión pública a través de la violación al
derecho de la información de las televisoras que, en lugar de informar lo que
pasa, lo que se dice en las marchas y lo que dicen los oradores, se dedican a
desinformar, mientras el funcionario atribuye todo a las reformas estructurales.
José
Mujica habló de un Estado fallido por la corrupción -que se ha convertido en un
sistema de vida en México-, y aunque Peña Nieto no tocó el asunto, acudió a su
secretario de Relaciones Exteriores a callar al uruguayo por usar el nombre y
“prestigio” de México y retirar lo que dijo.
No
obstante, su dicho sigue siendo una absoluta verdad de lo que pasa en el país,
y que Peña Nieto, comprometido con los intereses económicos que lo sostienen y
a punto de consolidar un Estado policiaco militar, no atiende.
Por
ejemplo, Guerrero está controlado por el Ejército, aunque, para no pocos, al
lado de la matanza de estudiantes estuvo el 27 Batallón de Infantería, a cuyo
comandante, por cierto, cambió sin mucho ruido el alto mando.
La
versión oficial del problema estudiantil es que se trató de un problema entre
municipios, por lo que piden la desaparición de policías de ese nivel, cuando
que sabemos muy bien que, como resultado del control del centro sobre todos los
recursos del país, nadie tiene recursos para pagar policías, ni los
gobernadores ni los presidentes municipales.
Así,
es una enorme mentira, falsedad e hipocresía insistir en que los municipios
fueron el problema, cuando que el gobierno federal tiene el poder militar, la
defensa y la Marina que, por cierto, todo el tiempo amenazan con discursos bélicos
que deberían callar. No deberían usar ese lenguaje, aunque son los únicos que le
aplauden a Peña Nieto.
Ahora
resulta que buscan quitar a las autoridades municipales elegidas por el pueblo,
lo que es una barbaridad como camino para seguir consolidando una dictadura, una
dictadura del Ejecutivo sobre el Legislativo y la Suprema Corte de Justicia de
la Nación, y ahora sobre los ayuntamientos.
La
luz “verde” a las reformas tiene por objeto hacerle creer a la opinión pública
-con la connivencia de las televisoras y radiodifusoras que ocultan la realidad
del país-, que ya se arregló todo y seguir adelante, en una tesis que plantea
el secretario de Gobernación, en el sentido de que ya lo esperaban como rebote
de las reformas estructurales.
La
Presidencia ha perdido legitimidad y autoridad moral por negarse a decir la
verdad de lo que se señala en las marchas, en las Cámaras y en todos lados. El
Decálogo de Peña Nieto es una gran mentira con un mensaje hipócrita, falso para
reformar la Constitución y decir “ya resolvimos todo”.
Que
son fuerzas desestabilizadoras las que están en las calles es una gran mentira.
Existen infiltrados, pero son sociedad, jóvenes y ciudadanos los que protestan
contra un gobierno fallido, falaz, corrupto, demolido, exigido en las calles
por no cumplir.
De
ahí los gritos de “Fuera Peña, fuera Peña” en miles y miles de gargantas, pero
que no sale en la TV, con lo que Televisa, TV-Azteca y Milenio creen
engañosamente haber resuelto todo, lo que no será posible, ya que existe una
Presidencia demolida que busca fortalecerse haciendo más rudo y aparente al
gobierno, apoyado exclusivamente con visión policiaca militar.
(Permitida
la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita
del nombre de su autor)
*Luis
Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco residente de Chetumal, Quintana Roo,
con más de 37 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y
jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como
Jefe de Información de dos gobernadores y tres presidentes municipales, y
publicado tres libros.
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