En
primera fila
¡“Dedazo” en Derechos Humanos!
Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Con
justa razón se lamentaba nuestro amigo José Antonio Barón Aguilar de la manera
de operar de la Cámara de Diputados en la distribución del presupuesto 2015 de
la Federación, al que calificamos de indignante en nuestra columna anterior, y
sobre el cual nuestro personaje comentó en redes sociales que cada día se avergüenza
más de los legisladores, representantes “populares” de acuerdo con el argot
político.
Y
decimos con justa razón, ya que Barón Aguilar también fue víctima de esos
malandros que sólo actúan en función de sus propios intereses, aunque, en su
caso, en el nivel local, cuando, con ocasión de la elección del nuevo
presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, habría sido
sospechosamente descartado pese a su pulcra, inobjetable trayectoria.
Idealista,
como le conocemos, muy probablemente se indigne de nueva cuenta al enterarse
que, como le mencionamos en respuesta a su comentario de Facebook, en todas
partes se cuecen habas, y mejor prueba de ello fue precisamente la selección
del nuevo ombudsman nacional, ahora en el Senado, donde el beneficiado, vía
“dedazo”, ahora vemos, resultó finalmente Luis Raúl González Pérez.
Unica en cuestionar abiertamente el proceso,
la senadora campechana Layda Elena Sansores San Román apuntó que “todo iba bien
hasta la medianoche, pero llegó la oscuridad y se desataron las tentaciones.
Se había sostenido la no-reelección, no habría ‘línea’ y se iba a privilegiar
la búsqueda de un candidato de unidad, de una propuesta de unidad, e incluso uno
estuvo en todas las ternas”.
Después
se preguntó “¿Díganme si no hay esquizofrenia política en este Senado? Primero
se sabe quién es el bueno, el elegido, después se discute la terna y después
que ya se sabe quién es, entonces se discute el dictamen. Como quien dice,
primero se determina al vencedor y luego se simula la competencia”.
Reclamaba
con sobrada razón la imposición, aunque más le rebelaba la simulación, la
vocación de farsantes en el Senado, donde los harían votar con la carta “marcada”,
pese a que otros compañeros, como el panista Roberto Gil Zuarth, aseguraran
candorosos que nada estaba escrito y que, supuestamente, la elección se decidiría
en votación secreta.
Junto
con González Pérez, también estaban en el Senado los otros dos aspirantes de la
terna, Sara Irene Herrerías Guerra y Mauricio Farah Gebara, quienes, tal vez ignorantes
o ingenuos, esperaban pacientes el resultado del proceso, pese a que, se sabe, lo
que cuenta en el Ejército son las órdenes del mando, mientras que en el
Legislativo, la fuerza de la “línea”.
En
este sentido, sin ser pitonisa, Layda Sansores anticipaba que “el electo es el
señor González”, sobre lo que retaba “y se lo sostengo, y mire que no traje mi
bola de cristal”, aunque reveló que le había bastado una llamada telefónica y
un periódico para saberlo, de modo que pedía se le demostrara lo contrario.
Indignante,
ridículo, pero nos preguntábamos cuántos candidatos esperaban el supuesto fallo
deliberativo del Senado, y cuántos familiares el resultado de la dizque votación
“secreta”, cuando que la legisladora decía poder asegurar que González Pérez ya
estaba en el salón de junto, ensayando su toma de protesta -como ocurría, en
efecto-, y pedía burlonamente enviarle un espejo al nuevo funcionario.
Dada
la amplia trayectoria de éste, lo cierto es que ni su servidor ni la
legisladora cuestionaban su selección sólo por tratarse de él, pese a sus
virtudes o defectos, sino el procedimiento que se inició pulcramente y terminó como
fraude, un engaño a la opinión pública y una burla a la ciudadanía.
No
fue lo correcto, aunque, lamentablemente, según consta a quienes seguimos
permanentemente las andanzas en el Congreso de la Unión, siempre ocurren estas
cosas en el Senado y la Cámara de Diputados, después de horas de deliberación,
someter a candidatos de buena fe a una interminable pasarela, donde les hacen
preguntas a veces absurdas e incómodas.
Hasta
hoy no entendemos para qué se dio el caso del nuevo ombudsman si la decisión ya
estaba tomada. No se tomó en cuenta a los integrantes de las mesas
dictaminadoras -Layda es secretaria de la Comisión de Derechos Humanos, pero
les valió-, y se violó un pacto de transparencia que se propuso de antemano.
El
principal valor de quien debía ser electo es la independencia, con valor de
señalar las violaciones de derechos humanos desde las más altas esferas del
Poder Ejecutivo, de los gobernadores, de la PGR y del Ejército, al que protegen
de una manera descarada.
Es
de esperarse que tenga valor de contradecir al señor de la “casa blanca”, ése
que vive fuera de la realidad, en medio de luces que pasan del color naranja al
violeta y del azul al rosado, cuando el país se tiñe de gris y negro con
cadáveres calcinados, y sus calles de rojo, mientras que la actual CNDH no es más
que una máscara, la más inútil del mundo.
De
sus escasas 373 recomendaciones durante la gestión del saliente Raúl Plascencia
Villanueva, sólo alcanzó el 1.2 de cumplimiento, y de ahí que coincidamos con
las sugerencias de los doctores Ana Magaloni y Carlos Elizondo, en el sentido
de reinventar la institución para eliminarle defectos y burocracias para caminar
hacia una auténtica defensoría del pueblo.
No
se puede hablar de un Estado de Derecho, cuando la mayoría de los ciudadanos
más vulnerables no tienen acceso a la justicia. Como decía la propia Ana
Magaloni ante el Senado: Para el rico, el Amparo, y para el pobre, la queja.
(Permitida
la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita
del nombre de su autor)
*Luis
Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco avecindado en Chetumal, Quintana
Roo, con más de 36 años de trayectoria como reportero, jefe de información,
editor y jefe de redacción de diversos medios de información, también ha
fungido como Jefe de Información de dos ex gobernadores y tres presidentes
municipales, y publicado tres libros.
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