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En primera fila
                Ejército, ¿involucrado en Iguala?
                              Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Con ocho soldados consignados por la reciente ejecución de más de una docena de personas en Tlataya, Estado de México, sin embargo, nadie pone en tela de juicio el enorme papel del Ejército Mexicano como instituto por todo el territorio nacional, pero, para su mala fortuna, la desaparición forzada lo compromete desde el 9 de noviembre de 2002, tras entrar en vigor la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas.
El artículo 215 del Código Penal Federal determina que es responsable del delito de desaparición forzada de personas todo servidor público que, independientemente de que participe en la detención legal o ilegal de una o varias personas, propicie o mantenga dolosamente su ocultamiento bajo cualquier forma de detención.
En este sentido, desde el 27 de septiembre último estudiantes de la escuela Normal de Ayotzinapa denunciaron que 58 de sus compañeros estaban desaparecidos y que existían indicios de que algunos de ellos se encuentran retenidos en el cuartel del 27 Batallón de Infantería, con sede en Iguala, Guerrero.
Siete días después, el 4 de octubre, la PGR a través de la SIEDO anunció la atracción de las investigaciones. El 6 de octubre, en conferencia de prensa, el titular de la dependencia, Jesús Murillo Karam informó que se trasladaría a esa ciudad con el jefe de la Agencia de Investigación Criminal para encabezar personalmente las indagatorias y esclarecer el caso de esos normalistas desaparecidos.
A 42 días de los hechos, no había respuesta, sino un silencio que delataba cómplices, encubrimiento. El informe parcial que se presentó, si bien no es conclusivo sí necesita atender omisiones graves en la investigación de la verdad, entre ellas información relativa a las cuatro, cinco, nueve, 12, 15, 19 ¿cuántas fosas clandestinas con cadáveres de personas? ¿Cuántos muertos? ¿A quién o quiénes se encubre?
Desconocemos cuántos mexicanos que tienen derecho a ser identificados y consecuentemente a investigar a sus criminales responsables ¿En qué otros municipios de Guerrero se han localizado fosas clandestinas? ¿Bastó la licencia de Ángel Aguirre como gobernador? ¿Se ha iniciado la investigación de sus omisiones y complicidades? ¿Quiénes más están implicados, la Secretaría estatal de Seguridad Pública, la Procuraduría de Justicia del mismo Estado; la policía federal, el Cisen, el Ejército a través del 27 batallón de Iguala –está a poco más de un kilómetro del lugar de los hechos- el procurador Murillo Karam, que conoció de hechos del crimen organizado, del cual ahora el detenido es parte? ¿A quién se encubre?
Las complicidades no garantizan la vida de los 43 desaparecidos, la salud de los heridos y la vida de los asesinados a mansalva y alevosía. Fue un crimen de Estado, se grita en las calles, pero, ¿quiénes son los responsables? Para evitar hechos como los del 26 y 27 de septiembre en Iguala, ahora se anuncia un pacto por la seguridad.
¿Cómo creer en la viabilidad de un pacto por la seguridad, cuando que quien lo convoca ha sido omiso en cumplir con sus obligaciones legales en su calidad de presidente del sistema nacional de seguridad? ¿Cómo creer en la viabilidad de un pacto por la seguridad, cuando se ha tolerado la complicidad de un procurador que desconoció e ignoró un clamor de justicia de las víctimas del hoy detenido ex presidente municipal de Iguala?
¿Cómo creer en la viabilidad de un pacto de seguridad, cuando la comandancia del 27 Batallón de Infantería del Ejército, con su aparente omisión, se asocia al crimen organizado? ¿Cómo creer en la viabilidad de un pacto por la seguridad cuando los partidos políticos representados en el Congreso de Guerrero callaron cuando se clamó el desafuero de José Luis Abarca Velázquez, por las víctimas de Unidad Popular de Iguala?
Los legisladores federales no puede ser cómplice del crimen de Estado. Aún pueden actuar con la verdad en las manos, con la justicia tan negada a miles de víctimas de la delincuencia organizada que impera en nuestro sistema político y judicial.
Deberían escuchar a los jóvenes y a los familiares de las víctimas, que de nueva cuenta tienen que salir a protestar a las calles, tal y como lo hicieron el miércoles en la metrópoli, cuando se reunieron decenas de miles de manifestantes que “no vieron” las televisoras y contaron mal los periodistas afines.
Uno de los más entusiastas diputados inconformes con el avance de las investigaciones es el petista Manuel Rafael Huerta Ladrón de Guevara, quien dice tratar de “ser voz de todos estos ciudadanos” y de que sus compañeros legisladores reflexionen y deveras busquen la verdad, ya que, considera, “no puede ser posible que sigamos siendo omisos ante tan graves hechos”.
Con todo, tan solo durante el sexenio anterior los abusos de la milicia originaron más de 8 mil quejas ante la CNDH y colocaron a la Sedena como la secretaría con más asuntos relacionados con violaciones a los derechos humanos. Casos de violación sexual, tortura y homicidio se acumulan en los expedientes. “Tenemos un Ejército sui géneris sin controles institucionales”, advertía el propio general brigadier José Francisco Gallardo Rodríguez, preso político de 1993 al 2002 y actualmente catedrático de la UNAM.

(Permitida la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita del nombre de su autor)

*Luis Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco avecindado en Chetumal, Quintana Roo, con más de 36 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como Jefe de Información de dos ex gobernadores y tres presidentes municipales, y publicado tres libros.


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