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En primera fila
              ¿Ignorantes en la consulta?
                                      Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Como bien diría la diputada federal María Sanjuana Cerda Franco, representante del Partido Nueva Alianza (Panal), la consulta popular, uno de los más importantes instrumentos de la democracia directa, es un derecho político fundamental, cuyo debido ejercido puede robustecer la participación ciudadana en la formulación de las políticas públicas y rendición de cuentas.
A México llega con retraso. Apenas en la reforma política-electoral de agosto del 2012 se incorporó esta figura a la Carta Magna, mientras que la Ley Federal de Consulta Popular entró en vigor en marzo de este año, aunque su estreno ha sido una experiencia marcada por una serie de circunstancias que le afectan directamente como instrumento democrático.
En efecto, la Suprema Corte de Justicia, con base en el artículo 35 de la Constitución, declaró no ser constitucional la materia de las cuatro consultas promovidas por otros tantos partidos políticos.
Esa resolución, co-rrec-ta e inapelable, obliga a una revisión crítica del uso que quisieron los partidos y el marco jurídico que establece los requisitos, materia de consultas y procedimiento, a fin de estar en condiciones de ofrecer una explicación convincente sobre las razones jurídicas por las que no habrá consulta popular en las elecciones de 2015.
La Corte argumentó que las preguntas de las consultas promovidas se ubican en alguna de las hipótesis contempladas en el numeral tercero de la fracción VIII del artículo 35 de la Constitución, que establece que no podrán ser objeto de consulta la restricción a los derechos humanos, los principios consagrados en el artículo 40 constitucional, LA MATERIA ELECTORAL, los ingresos y gastos del Estado y la seguridad nacional, entre otros.
Más allá del debate sobre los criterios de interpretación del texto, lo cierto es que las preguntas planteadas carecieron desde un principio de un sólido fundamento para acreditar su constitucionalidad como materia de consulta.
Creemos que la consulta, junto con la iniciativa ciudadana y las candidaturas independientes, constituyen un importante avance en el proceso de empoderamiento de los ciudadanos, ya que pueden contribuir a elevar la intensidad y calidad de la participación ciudadana en los procesos de decisión pública, que en este momento urgen al sistema político.
Sin tantas vueltas, por todo lo anterior creemos importante que los partidos expliquen a la ciudadanía por qué promovieron consultas populares en busca de revocar disposiciones constitucionales y leyes vigentes, cuando que este instrumento carecía de alcances revocatorios.
Asimismo, es indispensable explicar a los ciudadanos que apoyaron con miles de firmas las cuatro consultas, el porqué de las preguntas formuladas sobre temas vedados por la Constitución, como son los ingresos del Estado y la materia electoral.
Son competentes para solicitar una consulta popular el presidente de la República, al menos el 33% de cualquier de las Cámaras del Congreso y por lo menos el 2% de la lista nominal ciudadana.
La ciudadanía reclama un proceso de crítica y autocrítica, pero es menester precisar a fondo si es legal y legítimo que los partidos promuevan consultas populares en un proceso donde se corre el riesgo de que el derecho ciudadano se limite, manipule o, de plano, expropien los partidos políticos.
Cuando nobleza obliga nos veamos en la necesidad moral de rectificar errores, lo que no ha ocurrido en el caso de los históricos promoventes de las primeras cuatro consultas, que insisten en achacarles culpas a los ministros de la Corte, a los que han imputado una serie de reprochables calificativos, cuando que, en lo que vale, actuaron apegados estrictamente a la ley.
Lo que más resulta indignante es que quienes están obligados a conocer las leyes porque, constitucionalmente, son quienes las elaboran vía proyectos de ley, sean irónicamente los más ignorantes en la materia y, en el peor de los casos, ni siquiera conozcan la propia Constitución, y más aun si nos referimos a quienes están obligados a conocerla por su propia profesión.
No se trata de inventar a ese tipo de personas, ya que existen en la vida real, con nombres y apellidos. Un ejemplo de ellos es el diputado federal veracruzano del PRD, Uriel Flores Aguayo, quien se sumó a las críticas de ministros “vulgares y corruptos”, como los calificó Manuel López Obrador por negarse a aprobar la consulta para la reforma energética.
Según el legislador, “fue una decisión política, no jurídica, una decisión de Estado que toman en perfecta coordinación la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Ejecutivo, donde hay todo un cálculo político, ya que está demostrado que no existe ningún fundamento legal para evitar la consulta”.
Según él, la Constitución no establece en qué aspectos se limita una consulta (¿?), y que “la consulta del PAN era de broma, la del PRI absurda, ya que dice que no se consultaría nada electoral y sólo fue un acto para dar cobertura al resolutivo de la corte”, lamentó.
Lo más grave es que Flores Aguayo tiene el título de Licenciatura en Derecho, con ¡Diplomado en Derecho Electoral!, aunque, por lo que se ve, jamás ha leído la Constitución. ¡Vaya legisladores que tiene el pobre México! ¿Cuántos más como él habrá en el Congreso de la Unión? ¡Dios nos libre de los funcionarios en cuyas manos estamos!
La duda obligada es si alguien cree que los partidos que solicitaron las consultas populares ignoraban qué aspectos prohibía la Constitución. ¡Claro que lo sabían perfectamente! ¡No de balde gastan muy buena lana en asesores para evitar el ridículo que, en esta oportunidad, fue más que vidente! Luego, entonces, ¿Qué buscaban realmente a sabiendas de que fracasaría su “gestión”? No lo sabemos -al menos todavía no-, pero estamos ciertos de que, créalo Usted, ¡jamás dan un paso “sin huarache”!

(Permitida la copia, publicación o reproducción total o parcial de la columna con la cita del nombre de su autor)

*Luis Angel Cabañas Basulto, periodista yucateco avecindado en Chetumal, Quintana Roo, con más de 36 años de trayectoria como reportero, jefe de información, editor y jefe de redacción de diversos medios de información, también ha fungido como Jefe de Información de dos ex gobernadores y tres presidentes municipales, y publicado tres libros.


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